lunes, 29 de octubre de 2012

(Archivo recuperado de mi blog POPAYÁN NUEVA ÉPOCA) 

CONTEXTO Y POÉTICA
Por: Omar Lasso Echavarría
Especial para El Liberal
Domingo, 14 de junio de 2009


El terremoto de 1983 y la Constitución de 1991 no sólo cambiaron la fachada y el inquilinato institucional en Popayán, sino también el imaginario urbano, con nuevas expresiones sociales, culturales, políticas y económicas. Digamos que el sismo del 31 de marzo, despertó una conciencia espiritual distinta, entendido esto como caos generador de otro orden. Sin embargo, este acontecimiento telúrico no hubiera sido suficiente sin la reforma constitucional del 91 que reordenó las fuerzas sociales al invertir en cierta forma la pirámide política.

A partir de la reconstrucción de la ciudad hubo terreno abonado para muchos proyectos sociales, económicos, políticos y culturales. La producción literaria e intelectual se vio favorecida en una primera etapa a través de la creación de los Fondos Mixtos de Cultura regionales mediante los cuales se descentralizó la administración del Ministerio de Cultura de acuerdo con una más equitativa distribución de recursos. Estas entidades inicialmente apoyaron todas las expresiones artísticas e intelectuales, mediante diversas convocatorias y becas de trabajo. Posteriormente, con la llegada de Consuelo Araujo Noguera (la Casica) a la dirección del Ministerio de Cultura, y un poco antes con Ramiro Osorio, quien implementó políticas de apoyo para el sector cultural tomando como referente la experiencia mexicana, el proceso dio un viraje hacia el campo folclórico, que ahora intenta saldar la deuda histórica acumulada durante muchos siglos de exclusión y discriminación con las minorías étnicas del país.

Aparte de ello, en Popayán se dio un campo abonado para la creación literaria por su tradición de ciudad culta, por las contradicciones que salieron a flote y gracias al liderazgo en el campo educativo de profesores como Donaldo Mendoza y sus colaboradores en el colegio INEM, que a través de sus cátedras literarias, del trabajo en equipo y del periódico “Reconstrucción” dieron voz a una nueva generación en cierne de sectores humildes de la ciudad de Popayán, de donde ha egresado el mayor número integrantes del movimiento poético que ahora se destaca.

Luego, en la Universidad del Cauca se tuvo la fortuna de contar con la presencia del poeta más grande de Colombia, Giovanni Quessep, quien con su presencia pletórica de sensibilidad, espiritualidad y solvencia intelectual se convirtió en referente y guía no solamente para esa generación que dio sus pininos en el INEM, sino para el conjunto de Popayán que volvía a ser foco de atención nacional e internacional. A todo ello hay que sumar la creación de la revista de poesía “Ophelia” que integró a los poetas y organizó eventos de talla local, nacional e internacional como el “Encuentro de poesía Ciudad de Popayán” que alcanzó cerca de 10 versiones con invitados de calidad, esto gracias al apoyo interinstitucional de entidades comprometidas con el sector educativo y cultural como es el Banco de la República.

El grupo de bardos que componen la generación nueva de poetas en Popayán (en especial, Carlos Illera, Francisco Gómez Campillo, Felipe García Quintero, César Samboní, Edgar Caicedo, Marco Valencia e Hilda Inés Pardo) es vástago de una época llena de contradicciones, lo suficientemente vigorosa como para confrontar, desde lo poético, valores todavía dominantes, aunque con poca conciencia política y sin ninguna experiencia partidista. En tanto hecho literario, cultural y sociológico es un grupo que muestra solidez e identidad de conjunto, aunque sus poéticas tengan un sello muy personal. Es así, por ejemplo, que algunos conservan el tono lírico y confesional; otros, un tono coloquial cercano a la prosa. Sin embargo, comparten valores como la rebeldía frente a los símbolos tradicionales.

Este grupo se caracterizan también por la confrontación individual frente a la existencia, importándoles “su verdad”, en calidad de sujetos, fragmentados por diversos aspectos de orden familiar y social, y la búsqueda de un lenguaje propio. En su mayoría son poetas de provincia o de modesta condición socioeconómica, que se rebelan en el canto contra su propia condición de vida, frente a una sociedad tradicional en crisis, tanto en sus imaginarios como en la pérdida de poder económico y sociopolítico, en un proceso de reacomodo de nuevas fuerzas sociales con imaginarios distintos.

Se trata de una generación de voces emergentes que ponen de manifiesto la nueva situación de la ciudad, dominada por diversos actores sociales llegados de la provincia caucana después del terremoto, y por la estampida progresiva de los payaneses raizales a ciudades de mayor progreso. Este cambio social generó una dinámica distinta en la ciudad de Popayán, tras el surgimiento de nuevos fenómenos urbanos, propios de grandes ciudades: cinturones de miseria, delincuencia organizada, pandillismo, narcotráfico, consumo de estupefacientes, mendicidad generalizada, desplazamiento forzado desde zonas de conflicto, etc.

Tales fenómenos, ya comunes en nuestro país y agravados durante las dos últimas décadas, transformaron aceleradamente pueblos y ciudades, alterando las identidades sociales e individuales. Estos cambios, no obstante, generaron condiciones favorables a la creación estética. Uno de ellos fue el surgimiento de lo anónimo como categoría despersonalizadora de la sociedad entre sujetos que ya no se reconocen. La problematización de la existencia, tras la disolución de la identidad, condujo a indagar sobre la identidad de lo que somos en un contexto donde se desestabilizaron los roles sociales.

A ello hay que agregar la liberación extrema del individuo por obra y gracia de la sociedad de consumo y la cultura de masas, a través del poder omnipresente de los medios de comunicación, que mediante el recurso de lo libidinal explota toda clase de necesidades del cuerpo y del alma. Por este camino hemos arribado al punto en que la irreverencia ya no escandaliza, como resultado de la relativización de todos los valores; por el contrario, es el alimento de una sociedad vertiginosa, en la que toda novedad envejece al instante.

Complementan este conjunto de aspectos sociológicos y políticos otro de importancia fundamental: la pérdida de poder espiritual y social de la Iglesia Católica, ante la diáspora de sus feligreses, captados por numerosos movimientos sociales de inspiración protestante.

Dicha generación, iniciada cronológicamente por Carlos Illera (Popayán, 1957-1999) se ubica en el punto de transición de la Perestroika que dio origen a una nueva época de corte nihilista, retomando el camino de los poetas malditos, caracterizada por un resurgimiento de la libertad recobrada, una vez aflojada la pretina soviética que conllevó la caída del muro de Berlín. En nuestro medio se refleja en un cambio de referentes culturales expresado en dos ejemplos, el de la librería “El Zancudo” de vocación predominantemente política orientada a la izquierda y el de la librería “Macondo Libros Arte y Tertulia” que desbloqueó la rigidez de pensamiento imponiendo el nuevo espíritu lúdico de la época. También se da una nueva apropiación del Parque Caldas, retocado en su piso, el cual se constituyó en asiduo punto de encuentro de la bohemia literaria. Tantos factores reunidos que detallaremos en próximas entregas conllevaron el inicio de una modernidad tardía en Popayán semejante, quizá, guardando las proporciones y diferencias de circunstancia, a la modernidad literaria creada en Francia, un siglo atrás, por Rimbaud y Baudelaire a la cabeza de los llamados poetas llamados “malditos” por haber confrontado los valores sagrados del statu quo; algo similar ocurrió en Popayán con los poetas de la generación posterremoto.

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