viernes, 6 de marzo de 2015


(Su periplo vital: Santander de Quilichao - Popayán - Bogotá - Madrid)

Archivo en audio y texto.
1. Audio: en la voz loquendo (sintética) de Helenahttps://www.youtube.com/watch?v=-8WUGLlyLp0
2. Texto:
Mirando tu foto en la solapa del segundo libro (Paisajes subterráneos, de 2002), tuvimos un vago recuerdo de ese poético rostro, en sus quizás 14 años, como una visión de Macondo libros y tertulia.
Además, tu nombre es un verso para atesorar en el corazón junto con tu poesía, después de haber sido marcados por la película El Doctor Zhivago, de tema poético, romántico y político, donde aparece el apellido Lara, nombre de la heroína coprotagonista. También rememora a Agustín Lara, insigne poeta del bolero, quien sobreponiéndose a sus escasos atributos físicos logró conquistar a María Félix, diva del cine mexicano (gran consuelo para muchos, cuando el talento está en pleno vuelo).
Aquel segundo libro de Valentina, al parecer, nació antes del despertar del yo como conciencia bella de la propia identidad. Lo cual nos permite considerarte como un caso excepcional, por haber nacido con el yo despierto, algo realmente extraño a la infancia, de por sí, despreocupada.
Cuando salió a la luz Paisajes subterráneos en el año 2002, Valentina recién cumplía 15 años, y para entonces ya había escrito una poesía elaborada y fuerte, señal precoz en cuanto a madurez, lucidez y conciencia estética del sufrimiento.
Su poesía está emparentada, por la línea dura, con el grupo literario de Popayán que hemos denominado La generación poética pos terremoto, en nuestro ensayo La Nueva Poesía en la Crisis de la Ciudad Letrada (Popayán, Teatro Bolívar, 2004; Popayán, Silencio de serpientes sobre el tesoro, 2006; Popayán, Llama de piedra, 2010). Adentrarnos en ese primer libro (Paisajes Subterráneos) es ir al encuentro de la revelación y el asombro.
Hicimos el ritual de leer tus dos últimos libros al calor de un café en Juan Valdez. Mientras leíamos, dos amigos arrimaron a la mesa. El entusiasmo estaba desbordado. Varias veces exclamé ante ellos: ¡Cómo es posible que una niña de menos de 15 años escriba versos de esta calidad y profundidad!:
1. "Soy ...
Una historia que se esconde tras la carne...
La réplica inútil de la mujer errante... 
La figura invisible de la muerte ... "

2. "Los muertos atados a mis piernas 
arrastran el grito de su metamorfosis 
imágenes desfiguradas por el devastador artefacto de la guerra.

3. "No tengo sombra que corte la fortuita cabeza de la muerte."
4. "Cada palabra me lleva al suicidio 
cada puño al asesinato."

5. "La palabra mujer tiene en su pecho un dulce alivio. 
La palabra hombre es un deslizamiento constante."

6. "La muerte camina descalza por las calles 
llora en los andenes y el viento seca sus lágrimas."

7. "En mi boca desdibujada 
perdura un aroma a cadáver, 
y se estaciona el humo de la noche 
que deja desgracias en mi lengua."

8. "Silencio...
Los sueños se dilatan, 
la efímera verdad se contrae, 
las pupilas del viento no dejarán regresar el día."

Finalmente, estos versos proféticos sobre la paz que se pacta en la Habana:
"Agresores, 
dejamos la guerra, 
la abandonamos con nuestras vidas hace tiempo, 
nos reconstruimos en las calles, 
en los laberintos, 
y sobre esta tierra nos armamos como insectos."

En cambio, el libro que esta noche bautizamos aquí (Lemotbulle), foráneo en título y vivencias, es más un canto feliz que una apología al sufrimiento, como si hubiera sido preciso exorcizar la mala herencia de nuestro país, para ir a florecer en tierra extranjera.
Desde el inicio nos comparte la fiesta y el perfume de su primavera vital:
"Mi poesía es redonda,
azul, a veces violeta.
Mi poesía es pie 
y camina, 
baila, da vueltas y 
alza su falda, 
se pinta la cara de paisajes, 
se enamora una y otra vez ..."

Aunque algunos brotes de malos recuerdos no dejan de importunar a su nostalgia candorosa:
"hasta que llegó la guerra 
a invadir los arroyuelos 
las colinas, los senderos 
estalló la muerte en su espalda, 
la palabra enemigo 
se clavó por primera vez en las hojas."

A pesar de ello, este libro es un canto a la vida, a la naturaleza, a la mujer, al hombre, a la familia, a la fiesta colectiva. La nostalgia se viste de alegría, de dulces recuerdos familiares, de multicolor tropical, entre sinsabores de guerra y el forzoso desarraigo que nos ha empujado al mercado global.
También hay pinceladas contundentes sobre la nueva condición de la mujer ante los avatares de su reciente libertad, con todos los riesgos y las soledades que ésta conlleva. A pesar de lo cual Valentina, como mujer, se resiste a la vanidad y al artificio de estos tiempos de metamorfosis tecnológica:
"Mujer 
eres una multitud de insectos, eres un jardín, su flor imperfecta".

"Caer húmeda sobre la tierra 
apetitosa para los gusanos, 
calmar su hambre 
en mi descomposición, 
quitar tanto adorno, tanta postura".

En su evocación del paisaje sentimos un sabor arturiano cuando el sol, el viento, la hierba, los árboles, el jardín con sus fragancias, nos invitan al disfrute de una felicidad impersonal, a sumergirnos en el abandono del completo olvido. Por ello, quisiéramos repetirle a Valentina las balsámicas palabras de Aurelio Arturo:
"Torna, torna a esta tierra donde es dulce la vida". Pero nuestro paisaje se ha vuelto violento. El miedo contamina el aire. Los matreros se disputan el campo. Y las ciudades son amasijos indiscernibles, donde se enseñorean el desprecio, el desorden y el pillaje. La violencia ha completado su tarea, colonizando nuestra vida entera.
Sin embargo, Valentina nos aconseja, por su parte, no aventurarnos a través de otros cielos artificiales, cuando dice:
"Yo te clavo a este suelo, ...
No te eleves bajo este cielo, 
no vengas a conocer el asfalto, 
la radiante sequía, 
la basura de los hombres, 
su violencia, 
sus cables y sus podadoras."

Es que el paraíso ya no existe. Huyen del mundo lo sagrado, los ideales, la belleza espiritual, el sentimiento, el amor y la contemplación de una naturaleza sobre-abundante y aseguradora, cediendo el paso a la fría matemática del poder, de la economía y el espectáculo, con una escala distinta de valores, fundados en el riesgo, la desconfianza, la atroz competencia, el éxito, la indiferencia, las emociones fuertes y la estética del mal.
El poeta, dialogante íntimo con el mundo, ahora sondea aguas turbias, aires impuros, experiencias duras, contra las cuales la ensoñación choca. De esta contradicción surgen las imágenes poéticas; ella determina el tono y los matices del canto, de acuerdo con el temperamento del poeta. Sin embargo, por bella, elevada y profunda que llegue a ser la composición poética no alcanza a estremecer nuestro mundo, privado de sensibilidad espiritual, estética e intelectual, y aún de sentimientos sociales, porque el sufrimiento, también, ha dejado de conmovernos.
Por lo menos esta noche, los presentes formamos parte de la minoría que aún se deja seducir por la poesía ... de Valentina Lara. 
Gracias.

Omar Lasso Echavarría





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