jueves, 31 de octubre de 2013


Vinimos del menospreciado Sur antes del terremoto de 1983 persiguiendo un sueño intelectual. Preferimos este bucólico lugar al Norte Vallecaucano, donde habíamos iniciado estudios de Derecho. Sin embargo, optamos por venir acá a ejercitar la meditación filosófica en vez del alegato jurídico. Nuestro equipaje material era escaso; en cambio, traíamos el espíritu cargado de energía juvenil a prueba de obstáculos y ciego a las contingencias del futuro. Para este proyecto ahorramos durante un año de trabajo en la Secretaria de un colegio de provincia. Sabíamos trabajar, teníamos imaginación y en ello confiábamos. Acá experimentamos de todo, primero solo, luego en compañía de mi hermano Herney, a quien traje a estudiar Geotecnología en la Unicauca y con quien compartíamos mi crédito de Icetex. Al comienzo sufrimos la "expulsión" de un buen nicho en casa de un párroco que hizo fortuna en la Unión y vivía en matrimonio de hecho con una paisana, ambos grandes amigos de nuestra familia, con buenos servicios a ellos prestados. Luego sobrevivimos en covachas del barrio Bolívar; una vez en casa de un mecánico alcohólico adicto al guarapo de calabazo; otra, en una casa patriarcal, multifamiliar, donde había un perro por familia, formando juntos una jauría que nos acosaba como a intrusos. Varias veces empeñamos o vendimos objetos personales para suplir urgencias; sufrimos el "paquetechilenazo" al cobrar nuestra primera mesada de Icetex; padecimos el trabajo nocturno de doce horas en la Recepción del hotel Los Balcones con no pocos estigmas de servilismo, el cual culminó un día que el patrón nos puso de patitas en la calle después de haberle hecho un justo reclamo. Recuerdo aquella ocasión, por la anécdota de lo que ocurrió al final, la cual hoy me mueve a risa (El contundente diálogo fue el siguiente; -Don Carlos: "Estás despedido, no me servís; por la tarde vienes para liquidarte". Al regresar, después de recibir mi cheque hablé para agradecer. Dirigiéndome a la encargada de la recepción, María Teresa, le dije: Por favor dele mis agradecimientos a Doña Stella (esposa de Don Carlos) y a Carlos Andrés (hijo), porque se han portado como personas". Entonces, el viejo se estremeció bruscamente, sacudiéndo el cuerpo y manoteando, con intención de venirse encima de mi. "Si pues, y yo soy un hijueputa... Nooo...! Con pasos rápidos, en instantes, me puse a salvo en la calle, donde sentí la reconpensa de la libertad y el alivio de una espina bien arrancada en un último lance de dignidad. Tiempo después venía a Macondo; en el fondo era buena persona, algo cascarrabias, como seña de identidad del popayanejo promedio con algún poder.

LA SUERTE MEJORÓ EN EL HOTEL CAMINO REAL, a donde llegamos cuando apenas iniciaba labores, para estacionarnos por casi ocho años, con terremoto de por medio. Esta experiencia nos permitió crecer en todos los aspectos, entre crisis existenciales y lúcidos hallazgos que avivaron a los geniecillos escondidos. Sin embargo, la preocupación por ser alguien terminó moviéndonos el banco de la resignación. Las preguntas no tardaron es desgranarse una tras otra. ¿Qué hacer ante la proximidad de la peligrosa edad de Cristo? "El empleo oficial es para los patojos" (sentencia de Don Víctor Mosquera Chaux, cuando nos atrevimos con un colega de estudios de Neiva a visitarlo para una recomendación requerida por el Sr. Salomón, director de la oficina de Alfabetización). Sólo quedaba el comercio, territorio amplio y libre, dispuesto plenamente a la iniciativa personal. Otra pregunta ¿Cuál negocio? Respuesta: el que más guste y mejor se conozca. !Eureka! LIBROS... Fue el comienzo de Macondo Libros Arte y Tertulia (año 1987). La pequeña cesantía se transformó es una valiosa cajilla de libros que trasteaba todas las mañanas desde hotel Camino Real a la facultad de Humanidades. Por algún tiempo mantuve la triple actividad: estudio, recepcionista de hotel y librero. En pocos meses mi caja de caudales había aumentado significativamente.

LA EXPERIENCIA DEL HOTEL FUE GENIAL. Aprendimos a sortear toda clase de dificultades como sub capitán de barco ante "foráneos y patojos". A veces nos plantamos con valor en defensa de los intereses del hotel ante avivatos que con artimañas o cuentos de apellidos ilustres querían dormir gratis o pasarla rico con tarjetas reportadas en el boletín de data crédito.

EL HOTEL CAMINO REAL, CON SU BARSITO Y SU AFAMADO RESTAURANTE Y SUS HONORABLES DUEÑOS, EDGAR SIMMONDS TRUJILLO Y AMPARITO PULIDO DE SIMMONDS E HIJOS, ANA MARIA,  EDGAR Y DANIEL SON LO MÁS CATIZO Y REPRESENTATIVO DE LO MEJOR DE POPAYÁN, TANTO DEL PASADO COMO DE ESTE PRESENTE QUE VIVIMOS. Ellos se mantuvieron incólumes ante la devastación del terremoto; nunca abandonaron la ciudad. Por el contrario, abrieron un restaurante, al Norte, llamado El Rancho, mientras reconstruían con fervor el hotel averiado. Uno de mis cocteles de Macondo se inspiró en un suceso de la taberna, en el que un hombre ya maduro le "torcía el cuello de cisne" a una  damita con tres Tom Colis. Me refiero a mi Glasnost, cuyo ingrediente principal es el vodka... "bebida de la transparencia, de la voluptuosidad o trampa de la seducción: uno libera el verbo, dos liberan el cuerpo, tres liberan el alma, cuatro, más allá del bien y del mal, cinco, cita con eros”. Macondo nos hacía sentir patojos, hasta la médula, de lo mejor, de lo más querido. Una vez engullido el negocio por la vorágine de internet hemos vuelto a la nada, cumpliéndose la predicción de Luz María Vernaza si yo cerraba: "… Omar perderá vigencia, decía". Efectivamente, no han valido 17 años de trabajo inspirador, ni haber conocido y tertuliado con lo mejor de la cultura nacional, local y visitantes extranjeros, ni haber animado a la Generación Poética Post Terremoto, ni ser mencionado en el periódico parisino Le Mond, ni haber sido incluido en un libro sobre librerías culturales del mundo editado en la ciudad de Lille, Francia; sin contar las bellas columnas periodísticas escritas por amigos de Macondo. Nada de eso, ni lo escrito (cuento, ensayo, poesía), ni tener esposa patoja e hijos patojos. Ello no  bastó para ganar un rincón de aprecio entre los patojos. Seguimos siendo "los de otra parte", no aquellos que generosamente nombra Gustavo Wilches, sino los menospreciados de Marco Antonio Valencia Calle, quien siendo Secretario del Bicentenario, ya nos había excluido de la Biblioteca de Autores Caucanos, en el año 2012. PERO UDS., MÍSTER SIMMONDS Y AMPARITO PULIDO DE SIMMONDS, ESTÁN EN LO HONDO DE NUESTRO CORAZÓN, SIENDO LOS ÚNICOS QUE EN ESTA BELLA CIUDAD NOS BRINDARON UNA BUENA OPORTUNIDAD LABORAL, A LA CUAL PROCURAMOS RESPONDER CON ENTEREZA Y LEALTAD.

1 comentario:

  1. COMENTARIOS:

    A Ruth Estupinan, Sofia Picon, Ariadna Rosero Torres y 4 personas más les gusta esto.
    Francisco Piedrahita Perez agradecimiento y del mas puro corazon.

    Recibido vía email: Edgar Simmonds T
    Mi querido Omar....Hemos leido en famila su artìculo donde nos menciona muy generosamente. Mil gracias!! nos sentimos muy orgullosos por sus comentarios y ademàs de haber puesto un grano de arena en la construcciòn de su vida llena de esfuerzos, logros y mèritos que siempre admiramos.

    Reciba de todos un carióñoso abrazo,

    Mister, Amparo, Edgar Josè
    PD. Ana Marìa, a quien se lo reenviè, lo disfrutò mucho

    Omar Lasso Echavarría Qué bueno, Gran Míster. Me saca una sonrisa vital. Reciba un abrazo como esos que Ud. sabía dar con palmotadas, "quiebrespaldas".

    Ruth Estupinan Gracias por hablar por tantos, que no lo hemos hecho, igual debo eterno agradecimiento al tan apreciado y gallardo Mr Simonds y señora.

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