miércoles, 19 de diciembre de 2012

Edición acortada para periódico


"Pienso luego existo"  Descartes


Escudo familiar abandonado en propiedad sin reconstruir, Clle. 3 con Kra. 4 (Dic. 2012)


El escudo familiar preside el pórtico de antigua vivienda familiar, sin reconstruir (dic. 2012)

1.- La arcadia destruida (1983)
El sismo de 1983 ha sido uno de los más devastadores en la historia de Popayán, no tanto por la intensidad según la escala de Richter (5.5 grados), sino por la escasa profundidad de su epicentro, la antigüedad de las construcciones y la fragilidad de las modernas edificaciones, sin las técnicas de amarre mediante el uso del hierro. El terremoto destruyó prácticamente la totalidad del Centro Histórico, corazón de la Ciudad Antigua, eje administrativo y residencial de Popayán.  Fue  como un fin para otro comienzo, en razón de que,  por lo general, se tuvo que tirar al suelo lo que quedó en pie, retirar escombros y poner nuevos cimientos para refundar la ciudad colonial, como repetición histórica del gesto de Sebastián de Belalcázar. La tarea demandaba enormes recursos, esfuerzo y tiempo, por lo cual muchas familias se ausentaron de la ciudad, vendiendo sus propiedades o alquilando las averiadas casonas al estamento oficial para reinstalar oficinas. Nunca se recuperaron de esa condición; el tiempo las des configuró en función del nuevo uso. La antigua  Popayán, de quinientos años, labrada desde la colonia con el oro de las minas y el comando en posiciones claves del Estado, desde cuando fue capital del Gran Cauca que abarcaba medio país, hasta lustros recientes, cenit de la familia Valencia y de figuras políticas que descollaron a la máxima investidura política de nuestro país (Víctor Mosquera Chaux  y Carlos Lemos Simmonds). Ciudadanos raizales ocupaban cargos importantes en la administración pública local y nacional. Todavía se saboreaba el rancio abolengo y su destino dependía de los propios habitantes, cuya mentalidad impregnaba a propios y extraños, que adquirían de buen grado la idiosincrasia payanesa. Un conjunto de valores tradicionales unía a la ciudad, desde el patojo plebeyo al payanés ilustrado. Sin duda, ya no era la ciudad idílica de otros tiempos, pero prevalecían sus valores en el imaginario colectivo, que atraía la atención foránea hacia su historia y  cultura letrada, cuyos máximos símbolos eran los poetas  Guillermo Valencia y Rafael Maya, el Seminario, el Liceo Alejandro de Humboldt, la Universidad del Cauca y la Semana Santa con su  Festival de Música Religiosa, entre otros. El poder político, económico, cultural, comercial, turístico y hotelero se hallaba en poder de familias  tradicionales sin mayor competencia en la oferta. Popayán tenía su propia simbiosis, sin presiones excesivas; la población no excedía los 80 mil habitantes; sus alrededores no se hallaban poblados de cinturones de miseria; eran paisajes agrestes donde se encontraba inspiración para la música y la poesía. Quien venía a Popayán traía en sus hombros los medios de subsistencia, recursos económicos e intelectuales que aportaba a la ciudad; la inmigración era cualificada y ponía su cuota en la multiculturalidad local. El nivel de vida, en todos los sentidos, era bueno. Se disfrutaba de una aureola cultural, histórica, intelectual, propicia a la educación, la plenitud de la vida y el turismo nacional e internacional de calidad. Aún se conservaban los oficios tradicionales que irrigaban bienestar económico y social, otorgando cierta dignidad a la vida independiente. La comunicación de sus habitantes fluía mediante la tertulia, famosa acá por el culto a la conversación, la práctica de reunirse y las fiestas populares que integraban la ciudad. En síntesis, la ciudad gozaba de una vida pública y social activa, con sanas rivalidades en la competencia por el prestigio.

2.- 29 años después del terremoto. Decadencia del Centro Histórico
La pérdida de importancia del Centro Histórico debe medirse a partir de las siguientes consideraciones: El terremoto de 1983 fue el primer suceso natural que propició el cambio de eje de la cualificación residencial y comercial de Popayán en dirección Norte. El segundo momento lo constituye la instalación de varios hipermercados en la zona norte, determinando nuevos polos de atracción y desarrollo que, poco a poco, han ido cambiando la geografía urbana de la ciudad. El Centro Histórico lo coparon las matrices bancarias, la administración judicial, municipal y gubernamental con la corte popular que se mueve en torno a ellas, en busca de soluciones a toda clase de problemáticas. El pueblo, en su plena expresión variopinta está ahora encima de las instituciones. Antes era el escenario de la aristocracia, el lugar del despliegue de sus símbolos. Desde 1983 y 1991, ya no es camino real, sino plaza del pueblo. Los establecimientos comerciales tradicionales han ido desapareciendo, para instalarse otros afines a lo popular, con productos de todo a mil, dos mil, tres mil, cinco mil y diez mil, y almacenes de franquicia con modernas  estrategias de marketing y vitrinas al ancho de la pared para contrarrestar la pérdida de visibilidad por causa del comercio informal que ocupa las calles, ahogando como hiedra a los locales comerciales. La lucha por el cliente callejero es feroz, sin lealtades comerciales.

A lo que podríamos denominar una primera descentralización comercial y residencial orientada hacia el Norte, siguió una nueva concentración comercial en el Centro Histórico; esta vez de carácter popular e informal, alimentado por la centralización institucional que mantiene un alto flujo de peatones en sus calles. Esta presión ha ido en aumento con el desaforado crecimiento del parque automotor, resultado de la globalización que abarató y facilitó la adquisición de vehículos, ahora artículos privilegiados de la especulación bancaria. En un primer momento se intentó resolver parte de la presión con la peatonización  del Parque Caldas. Sin embargo, el propósito no se ha cumplido, porque la disminución del tráfico generó condiciones para la toma de las calles por el comercio informal que ha invadido hasta el mismo parque, y cuya fuerza laboral se surte, no solamente de los estratos bajos, acrecentados por los asentamientos pos terremoto y el desplazamiento del campo a la ciudad, sino también por el grueso de la población, sin distinción de procedencia social, cuya única fuente de empleo son las ventas. En sus inicios la economía capitalista demandó mano de obra en grandes cantidades. Hoy día, cuando la mayor parte del trabajo lo realizan las máquinas, multiplicando los bienes en proporción astronómica, lo que más se necesita son vendedores. Los estados han creado las condiciones para liberar esta fuerza de trabajo. Todas las modalidades de ventas se han puesto a la orden del día, desde las tradicionales, las callejeras, las de puerta a puerta, hasta las de multinivel con aparente participación de los beneficios empresariales; sin duda,  sólo benefician a los pocos privilegiados de los primeros niveles de la pirámide y, por supuesto, a las empresas y sus inversionistas. El resto son consumidores y peones que sostienen la organización, bien adoctrinados por una fe inquebrantable en la ilusoria oportunidad de ascender. El elemento consustancial de la informalidad, en el marco globalizador y masificador de la economía capitalista es el fenómeno de las mercancías desechables y piratas producidas en los países asiáticos, incluyendo a China, que inundan a los países pobres con productos de baja calidad a un valor irrisorio,  fuente abastecedora del comercio informal.  Como elemento explosivo de esta mezcla, para Colombia y para Popayán, en particular, ha sido la agudización del fenómeno del desplazamiento, expresión de la nueva modalidad del conflicto armado con  protagonismo tripartito de Estado, paramilitares y guerrilla, que crucificó a la población campesina. El campesinado vino a estacionarse en los centros urbanos, con gravosos costos para el estado y la sociedad, en forma de subsidios, saturación del espacio público, crecimiento del comercio informal, mendicidad generalizada, colas interminables ante las oficinas municipales y gubernamentales y deterioro de la seguridad más elemental. Tampoco se puede  olvidar el caos y las penurias que produjeron las pirámides ‘virtuales’, de ingrata recordación, como pesadilla, burla histórica, o parodia irrisoria de aquellas que sí han perdurado por siglos. Los anteriores elementos conformaron una realidad peligrosa donde el bienestar y la vida se ponen en riesgo cada día.
Durante la época de la reconstrucción de Popayán no se avizoró lo que podría ser la ciudad futura, para haber diseñado una ciudad más funcional. No existían condiciones para ello, en razón de que Popayán había estado por fuera del desarrollo, como ciudad aislada y tradicional. En consecuencia no se tenía experiencia  de la ciudad compleja y moderna. Esto quizá fue determinante para no haber pensado o aceptado un modelo distinto de planificación. Probablemente hubo quienes expusieron magníficos proyectos, como el del arquitecto Eladio Valdenebro, quien propuso, según dicen, la conservación del Centro Histórico con descentralización administrativa y fortalecimiento residencial en su entorno. Sin embargo, las sociedades tradicionales, entre ellas Popayán, no se mueven por actos visionarios, sino, bajo la directriz de su mentalidad tradicional. Fue así como la ciudad mantuvo su modelo histórico, característico desde su fundación.

Alguien se preguntará ¿Por qué hablar de decadencia del Centro, si hay una arquitectura imponente y señorial con un parque majestuoso, que evoca alguna joya del viejo mundo? Aparentemente es así, pero la vida no es sólo monumentos ni ornamentos si ello no va acompañado de bienestar y funcionalidad. El Centro Histórico de Popayán es hoy  un lugar caótico y menesteroso. Durante la administración de Ramiro Navia, quien acometió, en actitud encomiable, soluciones de fondo en la malla vial, la ciudad sufrió un colapso en la movilidad y en el comercio del Centro, por afectaciones considerables y tardanza en la culminación de las obras (desafortunadamente, la racionalidad administrativa, con plazos de cumplimiento y tareas temporizadas no ha llegado todavía a nuestra administración pública y privada). Por ejemplo la Carrera Tercera, en su totalidad estuvo cerrada alrededor de tres años. Era triste ver todo ese sector muerto, con el comercio en ruinas: muchos negocios cerrados, otros más pudientes trasladados, y un gran número de  propiedades en oferta de venta o arrendamiento. Esta atmósfera marcó también gran parte de la zona centro, ocasión aprovechada por los establecimientos nocturnos, al amparo de la Secretaría de Gobierno, para establecerse poco a poco, en contra de lo prescrito por el Plan de Ordenamiento Territorial (POT).
La peatonización del parque Caldas no ha traído los beneficios esperados para el Centro Histórico. El tráfico vehicular fue remplazado por vendedores ambulantes, quienes presionan  por invadir el mismo parque, el cual se proyectaba como lugar de descanso e interacción social y cultural. Actualmente, es lugar de paso o de estacionamiento obligado, porque no hay otra alternativa de esparcimiento, así tengamos que soportar las ventas ambulantes, la mendicidad, a los minusválidos con carreta y parlante y a los vendedores de música con amplificadores portátiles. Hoy por hoy, Popayán regresó a la plaza de mercado de los años 50, 60 (?), ubicada a una cuadra del Parque Caldas, ahora intensificada a un extremo intolerable, como en aquellos pueblos de una sola calle, donde todo es comercio y bullicio, con negocios y camionetas de baratillo estacionadas al lado la vía pública.

El Centro Histórico de Popayán sufre actualmente una presión crítica, con saturación y bloqueo de la movilidad que reviste enorme peligro en caso de otro desastre. Reconocemos que no es suficiente echar mano de la ley, porque se ha generado un conflicto de intereses de gran envergadura. Es necesario desahogar el Centro mediante proyectos alternos que redistribuyan la ocupación laboral, soluciones atractivas que conlleven ofertas de comercio y recreación, imitando el estilo de los hipermercados, con multitud de servicios. No sirven de nada proyectos como el del IDEMA, calabozos de ventas, con un entorno poco atractivo. La oportunidad está a la vista: Hay tres zonas estratégicas que se pueden reestructurar y modernizar con mega proyectos arquitectónicos que respondan a necesidades y a una  estética de mejoramiento visual del entorno. Esos puntos son: la galería Bolívar, la Galería de la Esmeralda y la galería del barrio Alfonso López; tres lugares para grandes proyectos de impacto social,  económico y cultural.

La zona centro, otrora próspera, padece, desde el terremoto, un desplazamiento cualificado: del comercio formal, de oficinas,  de consultorios,  de centros médicos,  de vivienda,  de educación, etc. La consecuencia más grave es que al lado de lo institucional, que tiene vida de oficina de ocho horas, se está conformando otra realidad que pronto reinará, de no tomarse las medidas de anticipación: una zona rosa con bares, discotecas, sitios de prostitución, casinos, y todo aquello que suele rodear estas actividades: comercio de alucinógenos, inseguridad, etc., realidad por la que pasaron otros centros históricos del  país, como la Candelaria en Bogotá y la zona  antigua de Cali, que por fortuna y con grandes costos sociales y económicos se han recuperado. Notamos  que el oficio burocrático se encerró por completo en las oficinas y no hay vigilancia ni prevención. De tal modo que al final, las normas  no cumplen la función de evitar el conflicto entre los ciudadanos.

El Centro Histórico ya no es atractivo para vivienda digna, comercio formal, hotelería, educación, etc., por ruido, abandono, desaseo humano, embotellamiento, aparcamiento desorganizado, costosos servicios públicos e impuestos, contrario a lo que ocurre en otras partes del mundo, donde los Centros Históricos tienen un tratamiento preferencial como contraprestación a las limitaciones de la conservación. El Centro Histórico, poco a poco, se ha vuelto marginal, característica negativa para el comercio, que se alimenta de la capacidad de compra de los individuos. Hoy día el Centro es un lugar de trámites institucionales, de contratistas, de clientelas políticas, de manifestaciones de toda índole, de ventas ambulantes, de desplazados e indigentes, quienes conforman una población homogénea que resta importancia al sector para generar prosperidad, belleza y tranquilidad. No nos explicamos qué pasa con el Plan de Ordenamiento Territorial (POT), supuesta carta de navegación para la ciudad. A años de haberse expedido no vemos sus efectos ni comprendemos los criterios con que se otorgan licencias sin el estricto uso de suelo.

Popayán fue un sentimiento acendrado en el corazón y una Idea anclada en la mente de sus ciudadanos; hoy es un lugar como otro cualquiera, de inconciencia colectiva, sin la fuerza para alimentar un sueño en las nuevas generaciones. Sólo quedan huellas de una antigua arquitectura esplendorosa, abandonada al tiempo, sin la mano amorosa para cuidarla y preservarla. Con algunos retoques volvería a lucir su antiguo brillo, pero el deterioro en la calidad de vida le pone el sello de muerte inexorable. ¿Cómo poder decir: hubo una vez…? Si hasta la memoria se nos escapa de las manos, porque no hay estímulos intelectuales para el ensayo, la creación literaria y la historia. Habitamos una ciudad sin grandeza de alma, a merced del instinto depredador.


Testigo (signo característico de la arquitectura tradicional) en erosión. Kra. 5 con Clle. 4, esquina (Dic. 2012)


Casa, estilo inglés, sin el hálito de sus mejores días (Dic. 2012)


Presión del comercio informal, kra. 7 con Clle. 6 (dic. 2012)
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"Pienso luego existo"  Descartes

Siguiendo la pauta de la primera parte estableceremos el marco general de este cambio, cuyo detonante en Popayán, fue el terremoto de 1983, pero que en el ámbito nacional se venía gestando desde tiempo atrás bajo la presión de los movimientos sociales, el narcotráfico, la guerrilla, el paramilitarismo y el neoliberalismo internacional. Incluiremos tres temas: 1.- la arcadia destruida, 2.- metamorfosis de la nación, 3.- El Centro Histórico, escenario actual de desajustes y contradicciones de la ciudad.

1.- La arcadia destruida
El sismo de 1983 fue uno de los más devastadores en la historia de Popayán, no tanto por la intensidad según la escala de Richter (5.5 grados), sino por la escasa profundidad de su epicentro, la antigüedad de las construcciones y la fragilidad de las modernas edificaciones, sin las técnicas de amarre mediante el uso del hierro. El terremoto destruyó prácticamente la totalidad del Centro Histórico, corazón de la Ciudad Antigua, eje administrativo y residencial de Popayán.  Fue  como un fin para otro comienzo, en razón de que,  por lo general, se tuvo que tirar al suelo lo que quedó en pie, retirar escombros y poner nuevos cimientos para refundar la ciudad colonial, como repetición histórica del gesto de Sebastián de Belalcázar. La tarea demandaba enormes recursos, esfuerzo y tiempo, por lo cual muchas familias se ausentaron de la ciudad, vendiendo sus propiedades o alquilando las averiadas casonas al estamento oficial para reinstalar oficinas. Nunca se recuperaron de esa condición; el tiempo las desconfiguró en función del nuevo uso. La antigua  Popayán, de quinientos años, labrada desde la colonia con el oro de las minas y el comando en posiciones claves del Estado, desde cuando fue capital del Gran Cauca que abarcaba medio país, hasta lustros recientes, cenit de la familia Valencia y de figuras políticas que descollaron a la máxima investidura política de nuestro país (Víctor Mosquera Chaux  y Carlos Lemos Simmonds). Ciudadanos raizales ocupaban cargos importantes en la administración pública local y nacional. Todavía se saboreaba el rancio abolengo y su destino dependía de los propios habitantes, cuya mentalidad impregnaba a propios y extraños, que adquirían de buen grado la idiosincrasia payanesa. Un conjunto de valores tradicionales unía a la ciudad, desde el patojo plebeyo al payanés ilustrado. Sin duda, ya no era la ciudad idílica de otros tiempos, pero prevalecían sus valores en el imaginario colectivo, que atraía la atención foránea hacia su historia y  cultura letrada, cuyos máximos símbolos eran los poetas  Guillermo Valencia y Rafael Maya, el Seminario, el Liceo Alejandro de Humboldt, la Universidad del Cauca y la Semana Santa con su  Festival de Música Religiosa, entre otros. El poder político, económico, cultural, comercial, turístico y hotelero se hallaba en poder de familias  tradicionales sin mayor competencia en la oferta. Popayán tenía su propia simbiosis, sin presiones excesivas; la población no excedía los 80 mil habitantes; sus alrededores no se hallaban poblados de cinturones de miseria; eran parajes agrestes donde se encontraba inspiración para la música y la poesía. Quien venía a Popayán traía en sus hombros los medios de subsistencia, recursos económicos e intelectuales que aportaba a la ciudad; la inmigración era cualificada y ponía su cuota en la multiculturalidad local. El nivel de vida, en todos los sentidos, era bueno. Se disfrutaba de una aureola cultural, histórica, intelectual, propicia a la educación, la plenitud de la vida y el turismo nacional e internacional de calidad. Aún se conservaban los oficios tradicionales que irrigaban bienestar económico y social, otorgando cierta dignidad a la vida independiente. La comunicación de sus habitantes fluía mediante la tertulia, famosa acá por el culto a la conversación, la práctica de reunirse y las fiestas populares que integraban la ciudad. En síntesis, la ciudad gozaba de una vida pública y social activa, con sanas rivalidades en la competencia por el prestigio.

2.- Metamorfosis de  la Nación
En el contexto nacional el país se debatía, desde la década de los 70, en la encrucijada de los movimientos sociales, la lucha armada, el narcotráfico, el “paraestado” o parapolítica y la globalización como ingrediente externo. Este coctel de elementos explosivos fueron minando el orden social, político y económico tradicional y su conjunto de valores, representado en la centenaria constitución de 1886, que consagraba el orden estamental de las élites dominantes, su fortalecimiento y reproducción a través de la distribución piramidal del poder, en orden de continuidad, desde el vértice (presidencial) a la base, con nombramientos “a dedo”. Esta práctica sustentó lo que se conoce como “ciudades letradas”, consecuencia, sin duda, de los valores intelectuales inherentes a toda aristocracia. Aquel proceso de transformación nacional despertó una nueva conciencia política, tanto en dirigentes como en las masas, que aprovecharon la oportunidad para sacudirse de toda clase de subyugaciones, sociales, políticas, económicas, culturales, étnicas, de género, etc., que hallaron en los vigorosos Movimientos Sociales la forma de manifestarse, y cuyos afluentes desembocaron, en coyuntura con el narcoterrorismo, en La Constituyente de 1991,  donde se fraguó la nueva Constitución, promulgada ese mismo año, la cual liquidó definitivamente el orden estamental tradicional, basado en privilegios que  otorgaba la centenaria constitución de 1886. La nueva carta política, mediante la descentralización y la elección popular de gobernadores y alcaldes, invirtió, de cierta manera, la pirámide política empoderando al estado llano o “tercer estado”, en jerga de la Revolución Francesa. Las consecuencias fueron extraordinarias, no tanto en lo sustancial, cuanto sí en lo formal. En su parte negativa acentuó el clientelismo, ampliando el espectro hacia sectores políticos emergentes, irrigando prácticas políticas malsanas, que popularizaron la corrupción en muchos ámbitos de la vida nacional. La parte positiva vendría a través de los mecanismos de democracia directa: la tutela, los derechos de petición y las acciones populares, que colapsaron el sistema ante la falta de respuestas efectivas. La reorganización política aún está en marcha, en un proceso de ajuste y formación. Ante la amenaza del  caos social el Gobierno tuvo que emprender una transformación acelerada: 1.- fortaleció las fuerzas militares en armamento, tecnología, inteligencia y pie de fuerza. 2.- modernizó el estado, adaptándolo a las exigencias del neoliberalismo global, con la consiguiente privatización en detrimento de lo público, minimizando el estado burocrático para aligerar su peso de cargas laborales. Así, de Estado gestor se transformó en Estado contratista; fortaleciendo su condición rentista, que impregnó todo el sistema y la clase política; ahora podían enriquecerse y dominar a las clientelas mediante la gabela de los contratos. 3.- entregó, de modo intensivo, la explotación de los recursos mineros a multinacionales extranjeras y abrió el mercado a la inversión extranjera, como estrategia para generar empleo, con mínimas garantías laborales; para lo cual tuvo que flexibilizar la legislación laboral y desmontar la estabilidad y las cargas prestacionales, en consonancia con la filosofía neoliberal, con el fin de abaratar costos, incrementar rentabilidad y responder a la feroz competencia del capitalismo mundial; 4.- los recursos estatales se incrementaron por la vía de la venta de empresas y bienes públicos, de impuestos y del IVA. Gracias a esta feria de privatizaciones se incrementó el producto interno bruto (PIB); el cual, sin embargo, no  se ha reflejado en el bienestar de todos los colombianos, porque el éxito es más de naturaleza especulativa que de un dinamismo interno de la economía; reflejo éste de la característica de nuestras burguesías tercermundistas, que desde la colonia se especializaron  en el comercio, en la exportación de materias primas (minerales, petróleo, productos agrícolas tropicales como quina, cacao, tabaco, café, plátano, banano, etc., llamados commodities, en la nueva jerga internacional) e importación de artículos, actualmente ampliada  a casi toda clase de productos elaborados y no elaborados, cuyo costo es inferior en otros países, no tanto por la eficiencia técnica, sino por el subsidio estatal y la mano de obra barata. De este modo el Estado contribuyó a la quiebra de la industria y la agricultura nacional, convirtiendo a la mayor parte de la población colombiana, incluyendo a campesinos desplazados en masivo ejército de vendedores de mercancías extranjeras importadas de Asia oriental (Corea, Taiwán, China, etc.), países que revolucionaron la economía mundial mediante el aprendizaje del capitalismo norteamericano, el cual pagó caro la estrategia de establecer industrias en otros países para disminuir costos y eludir impuestos. Sus aprendices asimilaron bien la lección, imitando sus productos, disminuyendo la calidad al límite tolerable de lo efímero e invadiendo al mundo con sus mercancías baratas, burlando tratados internacionales de la Organización Mundial del Comercio (OMC). Por esta vía China se ha convertido en un monstruo insaciable de materias primas que monopoliza el reciclaje mundial, que a diario desmantela la infraestructura de nuestras ciudades en busca del valioso cobre y otros minerales. La industria asiática ha puesto en jaque al capitalismo tradicional, norteamericano, europeo y japonés, mediante la oferta de una enorme cantidad de productos al alcance de  la población mundial, ávida de consumo. Gracias a esta oferta astronómica de mercancías y  al desempleo generalizado la mayoría de nuestra población se volvió experta en ventas (callejeras, de tienda y mostrador y las de multinivel basadas en la estrategia piramidal, tales como Amway, Omnilife, Yanbal, etc. a través de las cuales mercadean productos básicos, de salud y belleza, favoreciendo a empresas multinacionales y a unos pocos líderes, laureados con llamativos nombres (plata, esmeralda, diamante, etc.), encumbrados en la pirámide gracias al consumo y trabajo de la mayoría de los peones de la cadena que no logran ascender  en la pirámide, pero cuya ilusión los mantiene con una fe cuasi religiosa)  y otras actividades de naturaleza especulativa, en el recaudo de dinero fácil, desde los juegos de azar que ilusionan con premios millonarios de muchos dígitos, hasta las famosas pirámides, de nefastas consecuencias, aún recordadas por las infinitas colas para reclamar algunos céntimos de su inversión; muchos todavía las defienden como el milagro millonario, de alcanzar un bienestar utópico, sin esforzarse.  De este modo la vieja vocación especulativa de nuestras burguesías mercantiles se extendió al grueso de la población, antes productor de servicios básicos, tanto agrícolas como manufacturados a través de microempresas de oficios tradicionales; actitud que se retroalimenta en nuestra mentalidad de vieja data, desde los sueños de la conquista en busca del oro, de la guaca, del premio millonario, de la “mula” que corona el viaje, etc.; en síntesis, el sueño del hidalgo, heredado de la madre patria, que alcanza también el universo administrativo y político a través de las defraudaciones públicas, la tajada de los contratos, etc. Nuestra educación, además, contribuye a reforzar estos valores mediante la reproducción del saber y la dependencia, liberándonos de la responsabilidad de gestionar nuestro propio destino en todas las esferas de la vida. Bello sueño el de la CEPAL, alguna vez, de la sustitución de importaciones. Pero los gobiernos han sido lacayos de la burguesía mercantil, que siempre actuó con criterio de negocio favoreciendo algunos sectores sociales de la economía, como por ejemplo el del transporte automotor, en detrimento del ferroviario. Todavía hoy pesa ese poder de los transportadores en las determinaciones políticas nacionales y regionales. A esa actitud atribuimos la desaparición del transporte ferroviario, que podía haber unido toda la nación de modo más eficiente, constituyendo un solo país con comodidades repartidas por parejo, librándonos del centralismo embrutecedor.

3.- El centro histórico de Popayán, escenario de los desajustes y contradicciones de la ciudad.
La pérdida de importancia del Centro Histórico debe medirse a partir de las siguientes consideraciones: El terremoto de 1983 fue el primer suceso natural que propició el cambio de eje de la cualificación residencial y comercial de Popayán en dirección Norte. El segundo momento lo constituye la instalación de varios hipermercados en la zona norte, determinando nuevos polos de atracción y desarrollo que, poco a poco, han ido cambiando la geografía urbana de la ciudad. El Centro Histórico lo coparon las matrices bancarias, la administración judicial, municipal y gubernamental con la coorte popular que se mueve en torno a ellas, en busca de soluciones a toda clase de problemáticas. El pueblo, en su plena expresión variopinta está ahora encima de las instituciones. Antes era el escenario de la aristocracia, el lugar del despliegue de sus símbolos. Desde 1983 y 1991, ya no es camino real, sino plaza del pueblo. Los establecimientos comerciales tradicionales han ido desapareciendo, para instalarse otros afines a lo popular, con productos de todo a mil, dos mil, tres mil, cinco mil y diez mil, y almacenes de franquicia con modernas  estrategias de marketing y vitrinas al ancho de la pared para contrarrestar la disminución de visibilidad por causa del comercio informal que ocupa las calles, ahogando como hiedra a los locales comerciales. La lucha por el cliente callejero es feroz, sin lealtades comerciales.

A lo que podríamos denominar una primera descentralización comercial y residencial orientada hacia el Norte, siguió una nueva concentración comercial en el Centro Histórico; esta vez de carácter popular e informal, alimentado por la centralización institucional que mantiene un alto flujo de peatones en sus calles. Esta presión ha ido en aumento con el desaforado crecimiento del parque automotor, resultado de la globalización que abarató y facilitó la adquisición de vehículos, ahora artículos privilegiados de la especulación bancaria. En un primer momento se intentó resolver parte de la presión con la peatonización  del Parque Caldas. Sin embargo, el propósito no se ha cumplido, porque la disminución del tráfico generó condiciones para la toma de las calles por el comercio informal que ha invadido hasta el mismo parque, y cuya fuerza laboral se surte, no solamente de los estratos bajos, acrecentados por los asentamientos pos terremoto y el desplazamiento del campo a la ciudad, sino también por el grueso de la población, sin distinción de procedencia social, cuya única fuente de empleo son las ventas. En sus inicios la economía capitalista demandó mano de obra en grandes cantidades. Hoy día, cuando la mayor parte del trabajo lo realizan las máquinas, multiplicando los bienes en proporción astronómica, lo que más se necesita son vendedores. Los estados han creado las condiciones para liberar esta fuerza de trabajo. Todas las modalidades de ventas se han puesto a la orden del día, desde las tradicionales, las callejeras, las de puerta a puerta, hasta las de multinivel con aparente participación de los beneficios empresariales; sin duda,  sólo benefician a los pocos privilegiados de los primeros niveles de la pirámide y, por supuesto, a las empresas y sus inversionistas. El resto son consumidores y peones que sostienen la organización, bien adoctrinados por una fe inquebrantable en la ilusoria oportunidad de ascender. El elemento consustancial de la informalidad, en el marco globalizador y masificador de la economía capitalista es el fenómeno de las mercancías desechables y piratas producidas en los países asiáticos, incluyendo a China, que inundan a los países pobres con productos de baja calidad a un valor irrisorio,  fuente abastecedora del comercio informal.  Como elemento explosivo de esta mezcla, para Colombia y para Popayán, en particular, ha sido la agudización del fenómeno del desplazamiento, expresión de la nueva modalidad del conflicto armado con  protagonismo tripartito de Estado, paramilitares y guerrilla, que crucificó a la población campesina. El campesinado vino a estacionarse en los centros urbanos, con gravosos costos para el estado y la sociedad, en forma de subsidios, saturación del espacio público, crecimiento del comercio informal, mendicidad generalizada, colas interminables ante las oficinas municipales y gubernamentales y deterioro de la seguridad más elemental. Tampoco se puede  olvidar el caos y las penurias que produjeron las pirámides ‘virtuales’, de ingrata recordación, como pesadilla, burla histórica, o parodia irrisoria de aquellas que sí han perdurado por siglos. Los anteriores elementos conformaron una realidad peligrosa donde el bienestar y la vida se ponen en riesgo cada día.

Durante la época de la reconstrucción de Popayán no se avizoró lo que podría ser la ciudad futura, para haber diseñado una ciudad más funcional. No existían condiciones para ello, en razón de que Popayán había estado por fuera del desarrollo, como ciudad aislada y tradicional. En consecuencia no se tenía experiencia  de la ciudad compleja y moderna. Esto quizá fue determinante para no haber pensado o aceptado un modelo distinto de planificación. Probablemente hubo quienes expusieron magníficos proyectos, como el del arquitecto Eladio Valdenebro, quien propuso, según dicen, la conservación del Centro Histórico con descentralización administrativa y fortalecimiento residencial en su entorno. Sin embargo, las sociedades tradicionales, entre ellas Popayán, no se mueven por actos visionarios, sino, bajo la directriz de su mentalidad tradicional. Fue así como la ciudad mantuvo su modelo histórico, característico desde su fundación.

Alguien se preguntará ¿Por qué hablar de decadencia del Centro, si hay una arquitectura imponente y señorial con un parque majestuoso, que evoca alguna joya del viejo mundo? Aparentemente es así, pero la vida no es sólo monumentos ni ornamentos si ello no va acompañado de bienestar y funcionalidad. El Centro Histórico de Popayán es hoy  un lugar caótico y menesteroso. Durante la administración de Ramiro Navia, quien acometió, en actitud encomiable, soluciones de fondo en la malla vial, la ciudad sufrió un colapso en la movilidad y en el comercio del Centro, por afectaciones considerables y tardanza en la culminación de las obras (desafortunadamente, la racionalidad administrativa, con plazos de cumplimiento y tareas temporizadas no ha llegado todavía a nuestra administración pública y privada). Por ejemplo la Carrera Tercera, en su totalidad estuvo cerrada alrededor de tres años. Era triste ver todo ese sector muerto, con el comercio en ruinas: muchos negocios cerrados, otros más pudientes trasladados, y un gran número de  propiedades en oferta de venta o arrendamiento. Esta atmósfera marcó también gran parte de la zona centro, ocasión aprovechada por los establecimientos nocturnos, al amparo de la Secretaría de Gobierno, para establecerse poco a poco, en contra de lo prescrito por el Plan de Ordenamiento Territorial (POT).

La peatonización del parque Caldas no ha traído los beneficios esperados para el Centro Histórico. El tráfico vehicular fue remplazado por vendedores ambulantes, quienes presionan  por invadir el mismo parque, el cual se proyectaba como lugar de descanso e interacción social y cultural. Actualmente, es lugar de paso o de estacionamiento obligado, porque no hay otra alternativa de esparcimiento, así tengamos que soportar las ventas ambulantes, la mendicidad, a los minusválidos con carreta y parlante y a los vendedores de música con amplificadores portátiles. Hoy por hoy, Popayán regresó a la plaza de mercado de los años 50, 60 (?), ubicada a una cuadra del Parque Caldas, ahora intensificada a un extremo intolerable, como en aquellos pueblos de una sola calle, donde todo es comercio y bullicio, con negocios y camionetas de baratillo estacionadas al lado la vía pública.

El Centro Histórico de Popayán sufre actualmente una presión crítica, con saturación y bloqueo de la movilidad que reviste enorme peligro en caso de otro desastre. Reconocemos que no es suficiente echar mano de la ley, porque se ha generado un conflicto de intereses de gran envergadura. Es necesario desahogar el Centro mediante proyectos alternos que redistribuyan la ocupación laboral, soluciones atractivas que conlleven ofertas de comercio y recreación, imitando el estilo de los hipermercados, con multitud de servicios. No sirven de nada proyectos como el del IDEMA, calabozos de ventas, con un entorno poco atractivo. La oportunidad está a la vista: Hay tres zonas estratégicas que se pueden reestructurar y modernizar con mega proyectos arquitectónicos que respondan a necesidades y a una  estética de mejoramiento visual del entorno. Esos puntos son: la galería Bolívar, la Galería de la Esmeralda y la galería del barrio Alfonso López; tres lugares para grandes proyectos de impacto social,  económico y cultural. 

La zona centro, otrora próspera, padece, desde el terremoto, un desplazamiento cualificado: del comercio formal, de oficinas,  de consultorios,  de centros médicos,  de vivienda,  de educación, etc. La consecuencia más grave es que al lado de lo institucional, que tiene vida de oficina de ocho horas, se está conformando otra realidad que pronto reinará, de no tomarse las medidas de anticipación: una zona rosa con bares, discotecas, sitios de prostitución, casinos, y todo aquello que suele rodear estas actividades: comercio de alucinógenos, inseguridad, etc., realidad por la que pasaron otros centros históricos del  país, como la Candelaria en Bogotá y la zona  antigua de Cali, que por fortuna y con grandes costos sociales y económicos se han recuperado. Notamos  que el oficio burocrático se encerró por completo en las oficinas y no hay vigilancia ni prevención. De tal modo que al final, las normas  no cumplen la función de evitar el conflicto entre los ciudadanos.

El Centro Histórico ya no es atractivo para vivienda digna, comercio formal, hotelería, educación, etc., por ruido, abandono, desaseo humano, embotellamiento, aparcamiento desorganizado, costosos servicios públicos e impuestos, contrario a lo que ocurre en otras partes del mundo, donde los Centros Históricos tienen un tratamiento preferencial como contraprestación a las limitaciones de la conservación. El Centro Histórico, poco a poco, se ha vuelto marginal, característica negativa para el comercio, que se alimenta de la capacidad de compra de los individuos. Hoy día el Centro es un lugar de trámites institucionales, de contratistas, de clientelas políticas, de manifestaciones de toda índole, de ventas ambulantes, de desplazados e indigentes, quienes conforman una población homogénea que resta importancia al sector para generar prosperidad, belleza y tranquilidad. No nos explicamos qué pasa con el Plan de Ordenamiento Territorial (POT), supuesta carta de navegación para la ciudad. A años de haberse expedido no vemos sus efectos ni comprendemos los criterios con que se otorgan licencias sin el estricto uso de suelo.

Popayán fue un sentimiento acendrado en el corazón y una Idea anclada en la mente de sus ciudadanos; hoy es un lugar como otro cualquiera, de inconciencia colectiva, sin la fuerza para alimentar un sueño en las nuevas generaciones. Sólo quedan huellas de una antigua arquitectura esplendorosa, abandonada al tiempo, sin la mano amorosa para cuidarla y preservarla. Con algunos retoques volvería a lucir su antiguo brillo, pero el deterioro en la calidad de vida le pone el sello de muerte inexorable. ¿Cómo poder decir: hubo una vez…? Si hasta la memoria se nos escapa de las manos, porque no hay estímulos intelectuales para el ensayo, la creación literaria y la historia. Habitamos una ciudad sin grandeza de alma, a merced del instinto depredador. 


Omar Lasso Echavarría

Licenciado en Filosofía – Universidad del Cauca. Fundador de Macondo libros y tertulia, con reseña en el periódico Lemonde,París, agosto 9 de 1996 y en el libro Icì las-bas, Librairie Meura, Lille, 2005.  Autor del libro de cuentos La seducción y otros relatos. Macondo libros, 2004, Popayán; y del ensayo  La nueva poesía en la crisis de la ciudad letrada, Popayán 1980-2005. Llama de piedra. Poesía contemporánea de Popayán.  Felipe García Quintero (Editor), Ediciones Axis Mundi / Ministerio de Cultura, Popayán, 2010
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PATRIOTISMO, PATRIOTERISMO, INDIFERENCIA PATRIÓTICA Y REBELDÍA

Archivo recuperado. 23 de noviembre de 2012

"Pienso. Luego existo" Descartes.

LA PATRIA NO ES SÓLO LA TIERRA, PENSADA COMO FINCA QUE SE POSEE. ES AQUELLO QUE INVOLUCRA LA EXISTENCIA TOTAL DE QUIENES OCUPAN EL TERRITORIO. EN SENTIDO AUTOCRÍTICO, NO ES IGUAL LA PATRIA PARA TODOS. DIFIERE ENTRE UN BOGOTANO ESTRATO 8 Y UN CHOCOANO EN SITUACIÓN DE POSTRACIÓN SOCIAL, ECONÓMICA Y EDUCATIVA. LA PERCEPCIÓN SOBRE ELLA REFLEJA EL GRADO DE CONFORMIDAD CON RELACIÓN A UN ESTADO QUE IMPARTE DEBERES Y DERECHOS.

EL PATRIOTISMO es un concepto relacionado con la unidad de una “Nación”, transformada en Estado, cuando el alma de un pueblo es legislada a través de la Constitución, para preservarla mediante la fuerza y el derecho internacional, todavía en formación, ante otros grupos humanos con iguales aspiraciones. Por lo tanto, EL PATRIOTISMO ES UN ASUNTO POLÍTICO, EN PRIMER GRADO, y JURÍDICO EN SEGUNDO GRADO DE IMPORTANCIA, hasta el día de hoy, tanto dentro de las fronteras nacionales como fuera de ellas. Apenas en la época actual se intenta una legitimación jurídica, mediante instituciones como la Corte Internacional de la Haya.
En el caso del Fallo sobre la demanda de Nicaragua contra Colombia, LA CORTE INTERVINO SOBRE LA FRONTERA MARINA, NO ACERCA DE LA FRONTERA  SÓLIDA, en este caso el archipiélago de San Andrés y los Callos. Lo  cual comprometería de forma directa la existencia de sus habitantes, secularmente habituados a la nacionalidad colombiana. Este concepto me parece fundamental, reflejado en algunos casos recientes, como el de la Malvinas, donde la población, según referendo, decidió acogerse al protectorado inglés; perspectiva que cambia la relación de poder "patriótica" al interior de los países; de tal modo que si no se redistribuye el desarrollo y se fortalecen los lazos de pertenencia, cualquier región podría escoger el camino de la independencia o la adscripción a un país diferente; actitud del todo justificable. En el contexto internacional la circunstancia del vecino puede llegar a constituirse en factor determinante. Respecto al caso que nos ocupa, Nicaragua es un país más subdesarrollado que el nuestro. Pero si el vecino fuera el Reino Unido, como en el caso de las Malvinas, o Estados Unidos, en relación a Costa Rica ¿qué pensarían los sanandresanos? Mientras no exista una unidad de país en todo sentido, el territorio colombiano estará en riesgo de continuar fragmentándose, en la medida que los ciudadanos adquieran autoconciencia crítica.
EL PATRIOTERISMO es la ideologización del sentimiento nacional en beneficio del establishment, del status quo de las clases privilegiadas, que pretenden convertir, como en el pasado, al resto de los ciudadanos en un ejército para defender sus intereses. Ésta es la actitud generalizada, que aún en esta época, se percibe en la opinión colombiana, a través de los medios de comunicación y  las redes sociales. LA INDIFERENCIA PATRIÓTICA es el sentimiento dominante en el mundo globalizado y privatizado, minuciosamente legislado, en el que Lo patriótico es apenas una laxa confianza en la máquina autárquica del ESTADO como empresa para hacer la guerra.
LA REBELIÓN se inscribe en la inconformidad de los sujetos frente a un orden social, político y económico injusto. Nace del conflicto de intereses y la falta de oportunidades y espacios en todos los ámbitos de una sociedad, incluyendo la cultura, la recreación, el deporte, la creación artística, etc., por cuya mediación los sujetos sociales hacen catarsis colectiva. En un ambiente de indiferencia respecto a las responsabilidades sociales incuban los gérmenes de la delincuencia, la drogadicción, la rebeldía, la desadaptación, la guerrilla y el terrorismo.
EN CONCLUSIÓN, LA PATRIA NO ES SÓLO LA TIERRA, PENSADA COMO FINCA QUE SE POSEE. ES AQUELLO QUE INVOLUCRA LA EXISTENCIA TOTAL DE QUIENES OCUPAN EL TERRITORIO. EN SENTIDO AUTOCRÍTICO, NO ES IGUAL LA PATRIA PARA TODOS. DIFIERE ENTRE UN BOGOTANO ESTRATO 8 Y UN CHOCOANO EN SITUACIÓN DE POSTRACIÓN SOCIAL, ECONÓMICA Y EDUCATIVA. LA PERCEPCIÓN SOBRE ELLA REFLEJA EL GRADO DE CONFORMIDAD CON RELACIÓN A UN ESTADO QUE IMPARTE DEBERES Y DERECHOS.
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Archivo recuperado. 21 de noviembre de 2012 

Apreciado Omar: me interesa conocer su opinión, que es muy autorizada, acerca del quehacer que vive en nuestrro medio la CULTURA.  Es decir, qué dice usted acerca de quienes están al frente de los órganos que dirigen la actividad cultural; si poseen ellos buen criterio para gestionar e impulgar a los artistas, a los pintores, a los escritores, a los músicos, a los poetas.  Oigo, con alguna frecuencia, decir que los llamados -y algunos mal llamados- gestores culturales no cumplen su papel para que todo lo que atañe a las expresiones culturales sea situado en el lugar y niveles que le corresponden.  ¿Usted qué expresa a este respecto?

En cuanto a sus inquietudes, estimado Julio César, nos hayamos frente a tres problemas: el presupuestal, el burocrático y el relacionado con la mentalidad local. De los tres el último es determinante, porque se peca de una pobreza y una estrechez que lindan en la ignorancia, donde sólo hay cabida para lo tradicional, lo folclórico, lo histórico y la grandilocuencia. No se miran otras dimensiones del arte arte, como la narrativa, el ensayo, el videoarte, el cine, la pintura, etc., invirtiendo en la formación de talento, en convocatorias de concursos, exposiciones, becas de trabajo y otros reconocimientos, avalados por un rublo económico significativo. Lo cierto es que  aquí en Popayán los creadores son los desconocidos del presente.

Respecto a personas, a la cabeza de la gestión cultural, no soy optimista; quizá dé igual cambiarlas, porque el modelo tiende a repetirse. El nivel cultural que caracteriza a la ciudadanía, actualmente, es bajo, debido a los muchos años de postración. Para comenzar habría que crear una Secretaria de Cultura independiente de la Secretaria de Educación, con presupuesto propio y autonomía de gestión, capaz de foguearse en proyectos a nivel nacional y orientada a incentivar la  vocación cultural de Popayán y el cauca. Me preocupa primordialemente el alma o el espíritu  de la ciudadanía antes que la cultura como espectáculo de ocasión, igual que me interesa el deporte como práctica social cotidiana o la gastronomía como preocupación constante. Pienso que LA ESTRATEGIA DE LOS PROCESOS es el camino indicado para transformar a cualquier sociedad.
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Archivo recuperado. 7 de noviembre de 2012

 Itinerario y frustración de una sede.
 Desde antes de la elección presidencial, en Popayán, se presentaron celos de liderazgo y oportunismo político. La Dirección Nacional del Partido cometió el error de no respaldar hasta el final y después de las elecciones a la sede Macondo que había aglutinado, a la víspera de las elecciones, el trabajo político. 
Primero optó por apoyar a Fabio Arévalo en la intención de abrir una sede más grande. Posteriormente, ante los conflictos surgidos allá, entregó la dirección a Compromiso Ciudadano, en cabeza del matemático Carlos Trujillo, dizque porque era matemático y había sido compañero de estudios de Mockus, pasando por alto el hecho de que ese grupo político carecía de fuerza electoral en Popayán y el Cauca (el guarismo obtenido por Fajardo para consulta presidencial fue de 1200 votos en todo el departamento). 

Además, fuimos objeto de desorientación telefónica, por ejemplo de aquella burlona mujer, quien dijo llamar desde la “oficina del Dr. Muñón, de la Dirección Nacional del Partido”, haciendo afirmaciones que nos pusieron en contradicción; en las cuales caímos por buena fe. También la supuesta entrevista de Semana y otros chismes que generaban discordia entre nuestros compañeros de activismo.
La sede Macondo recibió cerca de 15000 visitantes de la geografía caucana, organizó una base de datos con más de 6000 simpatisantes, gestionó los Testigos Electorales, el Gerente del Día Electoral y el Abogado Electoral e Interactuó permanentemente con la Dirección Nacional. Sin embargo, a partir de la nueva subgerencia nos olvidaron del todo. Por ello, una vez perdidas las elecciones, asumimos un rol crítico, desde lo propositivo hasta nuestro retiro final con un adiós al Partido. 

Nuestros escritos muestran los defectos estructurales del Partido que lo incapacitan para ejercer una misión política relevante en el presente y el futuro de nuestro país. Esos análisis fueron premonitorios, cumpliéndose casi a cabalidad. La  renuncia de Mockus y el ingreso del Partido Verde a la Unidad Nacional, constataron la verdadera orientación del Partido, como EMPRESA ELECTORAL Y BUROCRÁTICA. Los títulos de nuestros artículos así lo indican (Una oportunidad perdida. El partido verde regresa a sus minorías –Diatriba contra la cúpula del partido verde, el año de la langosta. -El partido verde sin ola verde - El partido verde, de populoso río a riachuelo - El movimiento verde perdido en la farándula de los famosos - El partido verde lejos de llegar a constituirse en un partido nacional - Derrota electoral, moral y política del partido verde - El partido verde: un asunto de estrellas y farsa nacional, etc.

Es importante conocer el meollo de este asunto, para evitar manipulaciones  con falsas expectativas de los nuevos empresarios políticos bogotanos. A continuación transcribo uno de esos artículos que podría servir de síntesis.

EL PARTIDO VERDE. UN ASUNTO DE ESTRELLAS Y FARSA NACIONAL 

(Este artículo fue escrito mucho antes de la salida de Antanas Mockus del Partido Verde y del ingreso de éste a la Unidad Nacional del gobierno de Santos. Archivo de mi blog PARTIDO VERDE COLOMBIA:CRITICA-abril 21 de 2011)

Parte I. un proceso fallido desde la médula 

El Partido Verde Opción Centro nace en Colombia el año 2007 en la mente de uno o varios “emprendedores” (palabra usada con toda la carga de sentido en el campo empresarial). Se diría que fue una idea “brillante” la de anclarse en algo ya hecho en países europeos u occidentales como gustan llamar nuestros intelectuales, de donde llegaron la conquista, la religión, el idioma, la revolución, y todas las modas intelectuales que han alimentado nuestra condición colonial y postcolonial. Era sensato en términos de cálculo político y con la emergencia a primer plano del tema ecológico, proponer la fundación de un Partido Verde, como estrategia para aglutinar las fracciones que quedaron por fuera de la contienda política, después de la reforma electoral que incrementó el umbral electoral. Fue una solución fácil y oportuna para unir esos variados grupos políticos, situados al margen de la izquierda desgastada y de los partidos políticos sin credibilidad. Sin embargo, ese nuevo cuerpo político llamado Partido Verde Opción Centro, por motivos que merecen un análisis más a fondo, en relación con valores europeos contrapuestos a nuestra idiosincrasia nacional, jamás superó su condición de agregado, convirtiéndose en empresa política electoral, más que en auténtico partido político, empresa que sobrevivió gracias a la estrategia de dar avales, a cuantos lo solicitasen. El aval indiscriminado ha traído nuevos vicios a la política nacional, como la negociación o acuerdos, con la consiguiente pérdida de identidad ideológica que debilita hasta casi borrar toda oposición. Esta estrategia le ha posibilitado al Partido Verde Opción Centro la permanencia en el tiempo, conservando su personería jurídica y consiguiendo, de modo indirecto, algunos escaños en cuerpos colegiados, en elecciones no determinadas, precisamente, por el vigor del partido, sino por fuerzas distintas detrás de cada candidato. Es así como alrededor del 80% de los representantes del Partido Verde Opción Centro en corporaciones proceden de diversas vertientes políticas, sociales y religiosas, que le deben al partido sólo la insignia. Lo cual ha hecho del Partido Verde algo amorfo y, a veces, contradictorio; por ej., la elección de un concejal cristiano, cuando los cristianos votaron contra Mockus, o la elección de un diputado liberal con credenciales verdes, que pierde durante la elección presidencial en su pequeño patio. Aceptando como natural, en su estado provisional, esta condición del partido, se esperaba, después de las elecciones presidenciales y a luz de la exitosa votación representada por el fenómeno de la OLA VERDE, una restructuración y ampliación de los cuadros, cubriendo todas las regiones del país. Sin embargo, esto nunca ocurrió. Por el contrario, su visión se estrechó. La escasa comunicación, de orden operativo durante la campaña presidencial, se rompió por completo después de las elecciones. Las sedes espontáneas creadas en toda la geografía nacional quedaron abandonas, sin una voz de aliento y respaldo para continuar afianzando al partido en las regiones. En cambio, y equivocadamente, redujeron, desde tiempos de la campaña, la coordinación a unos pocos sitios con criterios arbitrarios y señalamientos a dedo, desconociendo la vitalidad del proceso. A la postre, los beneficiados fueron el ya débil Compromiso Ciudadano y los concejales y diputados de Opción Centro, quienes han manipulado el movimiento en favor de sus intereses releccionistas. Dicho de otro modo: desde la dirección nacional, en connivencia con concejales y diputados, representantes de la vieja estructura amorfa del partido, sin identidad doctrinaria y sin obra política en la función pública, dejaron por fuera a la ola verde. Muchas de esas sedes, de más de cinco meses de trabajo, arduo y continuo, de fuerte liderazgo interdisciplinario, con un trabajo organizado y registrado en planillas y bases de datos, que interactuaron, vía email o Facebook, con sus seguidores, que recibieron en sus sedes a miles de visitantes, que participaron en reuniones y visitaron barrios y municipios, divulgando pedagógicamente los principios del partido, estas sedes ni siquiera recibieron el agradecimiento, mucho menos instrucciones para direccionar el partido, como si nuestra labor fuera prescindible para la cúpula dirigente; ya que con ella o sin ella se sentían ganadores. Sin embargo, aun perdiendo las elecciones ellos ganaron, porque sus arcas debieron quedar llenas, al no retribuir económicamente a las regiones, que trabajaron con plata de su bolsillo. Este comportamiento me recuerda el epígrafe de una revista: “Se necesitaban trabajadores y llegaron personas”.

Parte II. Mercenarismo Político

El hecho de que el Partido Verde fuera, hasta época reciente, una empresa política de administrar avales, de modo indiscriminado, lo convirtió en una organización mercenaria, por las siguientes razones:

1.- Cuando un candidato que no pertenece al partido por convicción recibe el aval no adquiere, per se, un compromiso a fondo con la respectiva organización política. Esta característica propia del Partido Verde ha sido responsable de la ausencia de obra política en la reciente historia nacional y regional del país. Sus representantes se han limitado al rol burocrático en su función pública, sin diferenciarse, en sus conductas, de los vicios tradicionales.

2.- En la fundación del Partido Verde se encuentra la impronta del M-19, movimiento insurgente caracterizado por sus grandes golpes de opinión, hasta el punto de haber perdido la cabeza en el asalto al Palacio de Justicia. Esta forma de hacer política se ha preservado en el Partido Verde con la diferencia, esta vez, de que los golpes de opinión pasaron del plano guerrerista al plano de la farándula política, mediante el uso sagaz de los medios de comunicación y recurriendo a personajes con ciertos valores y aureola política. En esta dirección, su gran hazaña fue haber logrado contratar a los tres ex-alcaldes de Bogotá (Mockus, Peñaloza y Garzón), y, posteriormente, al de Medellín (Fajardo); cuatro candidatos de trayectoria exitosa, ampliamente rankeados en el campo social, cultural y político. Propósito éste que el Partido Verde Opción Centro aprobó en el Congreso Nacional de 2008: “Asumir el desafío de pasar de minoría política a convertirnos en una opción de poder real para los colombianos convocando para este fin a los líderes independientes y del centro político más destacados en el escenario político Nacional, tales como SERGIO FAJARDO, LUCHO GARZON, ANTANAS MOCKUS, ENRIQUE PEÑALOSA, MARTA LUCIA RAMIREZ entre otros”. Fin alcanzado después de varios meses de diálogos, al recibir el beneplácito de los ex alcaldes ANTANAS MOCKUS, LUCHO GARZON y ENRIQUE PEÑALOSA, con quienes conformaron lo que en adelante se denominaría el PARTIDO VERDE, conquista formalizada en el Congreso extraordinario del 2 de octubre 2009. Con estas adquisiciones se parodió en política lo que en fútbol hicieron el Real Madrid y el Barcelona, al fichar jugadores de primera categoría del balón pie mundial. La idea fue, sin duda, magistral, pero no suficiente para conseguir el éxito a cabalidad. Mientras un equipo de fútbol es reducido en número, la agremiación política es ilimitada en sus interacciones. Si estas interrelaciones de vasos comunicantes fracasan la organización política se derrumba, fenómeno aplicado al Partido Verde, el cual no pudo hacer tránsito de empresa electoral a partido político en sentido cabal. Después de las elecciones presidenciales el pseudo partido no respondió a las expectativas de los tres y medio millones de votantes, que esperábamos la restructuración y ampliación de los cuadros políticos en el concierto nacional y regional. Tanto así, que aún sigue imperando (en sentido literal) la vieja estructura de Opción Centro, estrecha de mente como de acción, carente de obra política, como de escaso protagonismo en las elecciones pasadas, cuyo peso recayó en las nuevas fuerzas independientes que adhirieron. Aquella estructura con sus socios representantes en los cuerpos colegiados ahora pretende canalizar la fuerza de la ola verde hacia sus propios intereses.

Parte III. Descalabro Político

Hacer depender el rumbo del partido de algunas figuras de renombre con menosprecio de las estructuras regionales es un error grave. Parte del desencanto actual de la Ola Verde se debe al comportamiento de nuestro candidato Antanas Mockus quien, al parecer, obró por cuenta propia, sin asesores que controlaran su libreto. Por ese camino se expuso a todos los riegos posibles, en un país donde los comunicadores abusan de la opinión pública y toman partido. De este modo, el partido verde padeció la suerte del ascenso y caída de su ícono. Este sería el primer descrédito del partido ante la opinión pública.

El segundo descrédito vino por cuenta de Sergio Fajardo, al negociar su ingreso al Partido Verde, por más de 27.000 dólares (según el Concejo Electoral, y la página web Silla Vacía, divulgado, además, por el canal CM&), para ser compañero vicepresidencial de Mockus, actitud reprochable desde todo punto de vista, en un ciudadano y político de estilo, ex-alcalde de Medellín, conferencista internacional, doctor en matemáticas y, por supuesto, estrato ocho. De este modo contradecía el slogan aplicado, al parecer, sólo a la base: “Yo vine porque quise no porque me pagaron”, síntoma de que algo similar ocurría en la cúpula del partido. Algo “normal”, si tenemos en cuenta que ninguna estrella del Real Madrid o del Barcelona juega gratis.

La tercera equivocación la cometió Lucho Garzón, siendo director del partido, al no convocar, ampliamente, a la Ola Verde o al Movimiento Verde para restructurar y fortalecer los cuadros políticos con una perspectiva nacional, enganchado a todas las sedes que impulsaron la campaña de Mockus. En cambio, se reunió, como todo político tradicional de oficio, con los representantes electos del partido, quienes lo atrajeron a su propio patio, los concejos y las asambleas, con lista de invitados de su entera confianza, para quedarse con la vocería del partido y propiciar su elección o relección, tal como ocurrió en Popayán. Este errado manejo de Garzón terminó de liquidar los procesos regionales de la Ola Verde.
Finalmente, queda la cuarta carta política representada por Enrique Peñaloza, actual candidato a la alcaldía de Bogotá, muy polemizado por sus guiños con el uribismo, principal opositor del Partido Verde durante la campaña presidencial, grupo político que se ha empecinado en acercarse a dicho candidato para ofrecerle apoyo a cambio de ciertos compromisos (¿Cuáles?)

CONCLUSIÓN 

El Partido Verde se enredó en sus inconsistencias de fondo. Creció y se desvaneció como nieve. Pasará a la historia por su brillo ocasional, como tantos otros movimientos que le precedieron, cuyos dirigentes se entregaron al mejor postor. El Partido Verde no supo administrar los tres y medio millones de votos de electores inteligentes, que fueron tratados como simple masa electoral, ignorando que formaban parte de lo mejor de la nación colombiana. Su rótulo continuará existiendo, pero sin la Ola Verde, tan sólo como razón social de una empresa electoral que tendrá que recurrir, una vez más, al aporte mercenario para conservar su personería jurídica en el escenario político.

Omar Lasso Echavarría
Gestor de la principal sede del Partido Verde de Popayán y el Cauca
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Archivo recuperado. 1 de noviembre de 2012

Un S.O.S. agónico ante Popayán, Colombia y el Mundo

Su construcción se inició en 1928, bajo influencia de la arquitectura francesa, a través de la cual se introdujeron al país nuevas ideas sobre la construcción de templos, usando cemento y hormigón armado. De este modo llegó el modernismo arquitectónico a Colombia. En la arquitectura religiosa de la era republicana se impuso el estilo neogótico, uno de cuyos ejemplos lo constituye  la Capilla Nuestra Señora de la Merced en Popayán, caracterizado  por formas puntiagudas, arcos ojivales, columnas corintias y vitrales que narran misterios. Laa obra arquitecónica más grandiosa, correspondiente a este estilo, es quizás la catedral de Colonia en Alemania.  Su disposición espacial consta de tres naves, una central y dos laterales. El altar se ubica hacia el oriente, acorde con la disposición del Concilio de Trento. En el extremo opuesto al altar, a media altura, se construyó una terraza, a todo  lo ancho de las tres naves, con balcón, para la ubicación del coro y del órgano tubular o armonio.

Sus antecedentes históricos más notables son los siguientes. En el siglo XVIII llegaron a Popayán los Hermanos Camilos de procedencia española, invitados por el obispado. Los Camilos fundaron el Colegio del Sr. San José de la Buena Muerte en 1766 y construyeron una capilla de estilo colonial a mediados del S. XVIII que subsistió hasta 1950 aproximadamente. Los Camilos se dedicaron a la caridad cristiana, asistiendo a los moribundos, para su bien morir, bajo la concepción de la muerte como segundo nacimiento. En 1821 Los Camilos fueron expulsados de la Nueva Granada por haberse aliado a la causa realista. Sus libros pasaron a custodia de la Universidad del Cauca. En ellos registraron minuciosamente sus actividades de claustro y los oficios mortuorios de la feligresía, consignando en ellos, además, los efectos de algunas epidemias como la viruela. El seminario pasó a la dirección de los Hermanos Maristas, procedentes de Francia, en el año 1889, por disposición del Concilio de Trento. En 1912 compraron la propiedad y construyeron, a partir de 1928, la Capilla neogótica Nuestra Señora de la Merced que subsiste hasta hoy, aunque averiada por el terremoto de 1983, sin haberse  iniciado todavía su recostrucción.

Después del terremoto de 1983 la capilla quedó en pie, algo averiada, pero sin sufrir daños estructurales en cuanto a cimientos, muros y cubierta. El deterioro y algún desmantelamiento posterior es el resultado de su abandono. Actulmente requiede de modo urgente la restauración del techo. Por fortuna, la estructura de la capilla parece estar intacta, aunque amenaza ruina de no actuar a tiempo. Fue oportuno el haber enguacado la vidriería original y el piso, traídos de Francia. Han transcurrido veintinueve años de negligencia imperdonable, tratándose de un monumento de incalculable valor, no sólo religioso, sino histórico y cultural, siendo la única reliquia neogótica que queda en Popayán. La primera sensación que se experimenta al ingresar a la hermosa capilla son las ganas de llorar, por la emoción que embarga y la amenaza de ruina inminente. Sin embargo, aún es tiempo de meterle mano, pero ¡ya!

Parte del edificio Villamarista con su capilla es propiedad actual del Seguro Social, la otra pertenece al Ministerio de Justicia y lleva por nombre Palacio Luis Carlos Pérez. La Unidad de Gestión Urbanística de San Camilo (UGU) espera recuperar este bien patrimonial para beneficio de la comunidad, con la ayuda del Estado y El Ministerio de Cultura, y la participación de la comunidad, mediante la herramienta legal PEMP (Plan Especial de Manejo y Protección del Sector Histórico), Resolución de noviembre de 2009, publicado en el Diario Oficial en abril de 2010. A través de esta gestión la UGU de San Camilo se propone dinamizar la comunidad en torno a la educación, la cultura, la recreación y el bienestar material de sus habitantes; en espcial creando vínculos de convivencia y lazos de pertenencia a través del rescate de la memoria colectiva en cuanto imaginario, tradiciones, usos y costumbres de sus pobladores, como también propiciando oportunidades de creatividad para las nuevas generaciones a través del teatro y las diversas formas de expresión artística.

Fuente de datos: Guía del historiador Oscar Esteban Hernández, director del museo Negret.



Historiador Oscar Esteban Hernández-Guía







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Archivo recuperado. 31 de octubre de 2012 

Nuevo artículo en La Mandrágora Literatura "Espejismos en la Ciudad de Niebla" por Carlos Bermeo, a propósito de la novela póstuma de Johann Rodríguez Bravo (1980-2006) http://culturalamandragora.blogspot.com/
Buena reseña la de Carlos Bermeo sobre la novela Ciudad de niebla (Rodríguez-Bravo,Johann. Lima, Instituto Cultural, 2006), con su respectivo análisis y relaciones hipertextuales. Es una novela de época, generacional, de obligada lectura. Podría ser nuestro equivalente payanés de la novela caleña Que viva la música, de Andrés Caicedo. Del mismo modo que la película Marcando calavera, de Nelson Osorio, encuentra su gemela en  La virgen de los sicarios, película basada en la novela homónima de Fernando Vallejo, respecto al tema sicarial. Mientras que la novela Oscuro por Claritas, de Marco Valencia halla su símil, también, en Crisálida, película local de taller, bajo la orientación de Lisandro Duque, en relación al tema social que concede protagonismo político al sector marginal de la sociedad, proyectándose como fenómenos artísticos pioneros, de escaso o ningún registro anterior, que tuvieron por antecedentes el impacto del terremoto y otras circunstancias políticas.

Va acompañada por un Video sobre sobre el joven escritor fallecido.Testimonio de una presencia y gran promesa literaria de Popayán, cortada por la parca a sus 26 años. Sus escritos cobran importancia como hito para nuevos narradores de esta próspera ciudad en talentos, más no en mescenas literarios; el gobierno y las instituciones educativas y culturales locales están ausentes de esta catarsis, represada en el inconsciente colectivo. ¡Oh aquella época del Fondo Mixto! que hizo saborear la gloria a algunos escritores jóvenes, los que hoy sacan la cara por esta ciudad allende otros ámbitos.
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IMPRESIONANTES TEMAS PARA NUEVAS CONJETURAS

Archivo recuperado. 14 de septiembre de 2012

Buen pretexto el que trae Juan Esteban Constaín en su columna (Volver al futuro), para hacer referencia a un extraordinario programa que vi en estos días: Más allá del cosmos, explicado con todas las herramientas pedagógicas de la divulgación científica actual. El asunto importante es que la cosmología más avanzada y de mayor consenso pareciera inclinarse en favor del filósofo griego Parménides de Elea (El ser es inmutable y eterno) contra su opositor Heráclito (El ser es cambiante: nadie se baña dos veces en el mismo río), al sostener que el pasado y el futuro no existen, que los hechos en el universo son simultáneos, según el corte imaginario que se haga en una u otra dirección de la flecha del tiempo. Muchos filósofos, teólogos y místicos orientales, desde el razonamiento y la meditación, han negado el tiempo, para entronizar al verdadero ser que sería la divinidad; por supuesto en contra del sentido común, que nos dice otra cosa muy distinta. Los empiristas nos liberaron del idealismo, dándole forma definitiva a la modernidad, pragmática, científica y positiva, concediéndole todo el crédito a los hechos, en contra de la especulación incontrolada. Hoy, esa misma ciencia, que se jacta de la exactitud, a partir de Einstein nos sacó del camino trillado, para acercarnos, de nuevo, a los planteamientos de Parménides, Platón, Kant y Hegel. Su conclusión es que, cuando la expansión del universo se haga “infinita”, la soledad en el cosmos será tal que, que no tendremos puntos de referencia para captar el movimiento. En consecuencia, el tiempo será imperceptible, no sabremos qué es; por tanto, ni siquiera nos plantearemos tal problema.
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LA OBRA DE ARTE COMO "DESTINO"


Archivo recuperado. 14 de septiembre de 2012


Obra del artista Darío Noguera

Respecto al poema El Remordimiento, no sé si Borges peca de incoherencia o de candidez. Me gustaría haberle preguntado: si cambiaría su obra por el baloto (comparación desproporcionada, pero él no lo necesitaba). Su obra es el sentido de su vida. Él tuvo la decisión y el talento de "resolverlo", de forma extraordinaria. Ese es su mérito. Esta declaración se asemeja a un escrito apócrifo que circula en internet, de García Márquez... "Si volviera a nacer disfrutaría más de esto y lo otro... ", pueril canto al mejor estilo de la superación personal. Pienso que la vida es "destino", como desenvolvimiento necesario de acuerdo con las circunstancias. Por lo demás, amigo Darío, todo está bien. La idea es buena, en la simpleza maravillosa del arte.
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Archivo recuperado. 28 de octubre de 2012
 
Hablar de Guido Barona es evocar lo mejor de Macondo Libros y Tertulia: la inteligencia, en su expresión notable, el gusto por la conversación total, con la gracia del apunte y la anécdota, de la idea densa en argumentos y la infaltable risa de seres lúdicos e irreverentes que nos colmábamos en cada encuentro; reuniones magníficas de intelectuales y no intelectuales, diversos, hombres y mujeres, que hacíamos brillar y entrechocar nuestras ideas como sables, en el fluir del wisky, del Glasnost (bebida de la transparencia, de la voluptuosidad o trampa de la seducción...), del Eclipse de Luna (brebaje del amor, los mensajes cifrados y la sublimación...), del Carajillo (bebida de la positividad, exorciza lo negativo y la pesadez del alma), etc. O, simplemente, ante la exquisitez de un café compartido. Durante tres lustros nos acompañamos con Guido; festejamos sus triunfos, su premio de Colcultura, por el ensayo Legitimidad y sujeción: Los paradigmas de la "invención de América”, La maldición de Midas en una región del mundo colonial: Popayán, 1730-1830, coeditado por la Universidad del Valle, el Fondo Mixto y la Universidad del Cauca, etc. Ese reino de Macondo en su plenitud lo acogía todo: la libertad, el conocimiento, la crítica y el entretenimiento. En esos años nos enriquecimos con los acontecimientos que trastocaron la modernidad: la popularización de la informática a través el auge del MsDos y la aparición de Windows; asistimos a la caída del Muro de Berlín, consecuencia de la Perestroika; estrenamos nueva Constitución, vimos torcerse a las guerrillas, engrandecerse al Midas del Narcotráfico y nos estremecimos, también, con las masacres de los Paracos. La tertulia comenzó a declinar en la época del premio a los soplones, en esa caza de brujas emprendida por Uribe. Poco a poco los créditos y pagos entraron en el congelador. Luego vino Internet, que cambió la costumbre de reunirse, tête a tête, por el diálogo virtual en las redes sociales; Wikipedia remplazó a las enciclopedias de papel; afiebrados piratas escanearon libros y los subieron a la red, de donde era fácil bajarlos a través de populares Webs como Megaupload, Rapidshare, MediaFire y otras. Las editoriales, los autores, las distribuidoras y las librerías progresivamente perdieron el control del negocio. Toda esta cadena se desconfiguró como si hubiera sufrido la devastación del peor virus. Ante esta debacle La librería Macondo envejeció pronto adquiriendo sabor de museo, adonde los amigos llevaban turistas para que les contara alguna historia. Cansado de esperar algún comprador o atisbar a mis deudores en la puerta, porque habían cambiado de camino o de residencia en la acelerada diáspora del Centro Histórico al Norte, comprendí entonces que habían llegado para mí “los cien años de soledad”. Parte de mi patrimonio yace ahora en enormes cajas que pesan como plomo, esperando algún milagro de resurrección como en la mítica Bella durmiente de los Hermanos Grimm. Me habían advertido que no cerrara Macondo porque “perdería vigencia”. Efectivamente así ocurrió. Quise resucitar al abrir sede del Partido Verde, siendo pionero. Pero nos hundió el temperamento franco de nuestro candidato Antanas Mockus, en este país de raquítica opinión y expertos manipuladores; además, arribaron al partido avezados oportunistas, quienes a la postre pescaron en río revuelto. De nuevo, mi sede, otrora Macondo, regresó a la mítica soledad Garcíamarquiana, empujándome en otra dirección intelectual, algo tardía, en la que martillo día tras día, lejos del poder y las solemnidades, defendiendo, como una enfermedad, este pedazo de independencia personal.

Gracias Guido por tus risotadas, tus osadías propensas al límite y una que otra aventrua picante en que fuimos arrastrados por tu avasalladora voluntad; todo esto hace eco deleitoso en la memoria. Pero, ante todo por tu extraordinaria calidad humana, navegante contradictorio de la cotidianidad y la historia bajo la mirada atenta de un interrogante. Te perdono los cientos de cigarrillos que te fumaste, impregnando libros, estantes, paredes, maderas del cielo raso y  mi ropa, de la escandalosa nicotina. Mis pulmones, por fortuna, los defendí con respiración yoga y ese viejo y aparatoso ventilador que acondicioné para expulsar al exterior hasta el aliento. ¿Recuerdas? ¡Brindo a tu salud!
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