sábado, 18 de junio de 2016

Relatos.Tatuajes del tiempo. 1. La frontera del mundo.

Texto de 5 de febrero de 2016

Frontera del mundo.
Audio: https://audioboom.com/boos/5652484

Mientras  paseamos un domingo por Popayán,  nuestra Ciudad Blanca, fundada por Sebastián de Belalcázar en 1537,  un sentimiento de  lejanía nos embarga con el sobresalto interior.

La lentitud de las horas sumerge a la Ciudad en su antigua  grandeza, bajo una atmósfera vibrante de recuerdos, los propios y los suyos, que reverberan en el aire caluroso de este verano.

La vida es bella -me decía-, bañado por su plácida albura,  entre dolores y alegrías, a los cuales siempre antepusimos nuestros sueños.

Las vivencias se entrecruzan con las de  otros, aquellas que  nos "tocaron" y las imaginadas, fuente de una motivante curiosidad, como si algo de un orden más alto hubiera en ellas, y no conformes quisiéramos también vivir.

Es una enseña de nuestra aislada infancia, allá en la Vereda de Cusillo Alto, donde la imaginación hizo puente con el mundo, zafándose del estrecho ámbito familiar.

A lo lejos una hilera de árboles con su sombra crepuscular tocaba fibras recónditas, y las culebrillas iridiscentes de los rayos cayendo en lo que parecía la frontera del mundo, con remotos estruendos, hacían presentir mundos maravillosos.

Los caminos florecían por doquier, pacíficos durante el día, amenazantes en la noche, con "guandos", "turumamas" y demás aparecidos. Cada uno prometía una aventura distinta, igual de emocionante, con el paisaje donado a plenitud ante nuestra mirada curiosa.

El frecuente tránsito por ese microcosmos fue configurando un mapa de referentes simbólicos,  como hitos de un mundo estable, que hacían parte del alma, donde la mirada se detenía como atraída por un imán.

Al Norte,  el puente colgante sobre el ancho y turbulento río Mayo; más allá, el vasto horizonte ilimitado como puerta hacia el infinito, reino del furioso Zeus, donde otros mundos parecían nacer o destruirse. Por allí presentimos, muchas veces, que venía la guerra con el anunciado apocalipsis.

Al Oriente, estaba  lo que llamábamos   "el Otro Lado", que nos separaba de un pueblo mágico llamado Belén, cuya alta palmera, cerca de su entrada, era para nosotros un faro distante.

Al Sur,  montes brumosos  habitados por duendes, el alto Chimayoy con su torre y bandera enrutando el cielo, y sobre las laderas potreros con vacadas y nubes rasantes.

Al Oeste,  la "Cuchilla", una especie de cordillera que separaba nuestra Vereda, de la Unión, la capital provinciana, que  sorprendía a los ojos nocturnos como un cometa caído.

Y muy cerca de nuestra casa, "Tres Esquinas", la "capital veredal", con su tienda, el "médico" Saulo y la cancha de "Chaza'', en una travesía a cielo abierto, que conducía también a la escuela... De este cálido lugar nos separaba un callejón tenebroso... Como túnel del tiempo.

           
             
Camino de La Unión a la Verda de Cusillo Alto.

La Unión N.



Popayán.

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