sábado, 18 de junio de 2016

Desde el Balcón. Poema y dibujo de Rodrigo Valencia Q.

Texto de 20 de enero de 2016

Técnica: lápiz sobre papel, tamaño carta

Ay Rodrigo! La "belleza" conmueve hasta en la muerte, sabia defensa ante  el deterioro. Qué insoportable sería la vida  o triste, en un abandono de ser caído, irredimible, si no existiera esa preciosa carga de nostalgia que te acompaña, con tal frescura que parece que  el paisaje y las vivencias se pudietan  tocar.

Gracias por tu pintura y tan conmovedor poema.

Aquí el poema, porque la pintura no se dejó bajar del correo de gmail.

"Antes me gustaba saborear el vino; me acompañaba el gato cuando en la sala leía novelas de misterio. Yo cantaba en el jardín, las flores tenían luz, venían pájaros a tomar el sol en sus cuerpos pequeñitos, y la verja no me separaba de los demás. A veces miraba a la señora de enfrente cuando salía en su auto elegante; una vez me guiñó un ojo y yo sentí cómo el rubor tiñó mis mejillas y un calor subió por un instante a mi cerebro; no sé qué se hizo, no la he vuelto a ver. La tienda de la esquina está cerrada, alcanzo a leer desde aquí: "No hay servicio". El cielo se ha vuelto demasiado gris; las nubes no se mueven, son como rocas, y cuando llueve cae arena; las ánforas del patio se han llenado de ceniza. No sé por qué huyó el olor de mi amada; un buen día se perdió tras la esquina, miró hacia atrás como espiando algo, y ahora su sombra, lo sé, lo he sentido, colorea la puerta de la casa ciertas noches, cuando me siento a oír la segunda sinfonía de Sibelius; pero ya no experimento éxtasis con el trémolo de los violines del último movimiento, eso que antes me parecía agrandar el mundo. El florero del centro, sin embargo, espera con infinita paciencia que unas manos de mujer le den tranquilidad aportando sus adornos. Todo se ha tornado mustio; pero aún así, en mi memoria, una avenida larga de recuerdos permanece como un cine fresco adonde yo entro para calmar mi nostalgia. No; no hay nada que pueda alegrar ahora este mundo que se congeló y dejó de brillar desde hace días. Me pregunto si todavía el río baja por la colina, si esa graciosa niña del carpintero alegra los días con su sonrisa.

Siento en mi cuerpo un hormigueo que sube poco a poco hasta mi cráneo como una vibración que todo lo va tornando duro, quebradizo, y entonces me creo hermano de las piedras; de hecho, un color gris se está apoderando de mi cuerpo todo, y no sé en dónde se enciende la luz de la esperanza; me pregunto si mientras pueda moverme logro esperar el retorno de la normalidad a este lugar. Tampoco he vuelto a ver sus habitantes; se han escondido o algo así; no hay voces amigas ni enemigas que se oigan aquí o más allá.

Desde mi balcón, el mundo es un desierto; almas y rostros, todo se perdió tras un humo que barrió con todo. ¿Por qué entonces persisto yo? ¿Por qué sigo en este sitio como si de verdad yo fuera algo? ¿Será esta voz que oigo, hablar conmigo mismo, un reclamo de la muerte? Ahora volverán los ángeles a golpear mi cuerpo con sus alas de piedra; lo sé, me estoy acostumbrando; ya llegan, sibilan el aire unos roces...

"Padre Nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre..."

0 comentarios:

Publicar un comentario