lunes, 30 de marzo de 2015

Está ubicada en la Calle 8 con Carrera 9, esquina. Allí estuvimos en minga de trabajo, marzo de 2012. Es algo realmente exótico, poco visto, aún por los actuales payaneses. Evoca las maravillas del Viejo Mundo.

Es una obra majestuos que forma parte del complejo arquitectónico de Villa Marista, llamado antes Convento de San Camilo, el cual combina arquitectura colonial con las primeras manifestaciones modernas en Colombia, a través del estilo neogótico en la arquitectura religiosa, bajo influencia francesa.

Su construcción se remonta a 1928. Después del terremoto de 1983 la capilla quedó en pie, aunque algo averiada, pero sin daños estructurales en cimientos, muros y cubierta. Sin embargo, estuvo abandonada hasta el año 2012, fecha en la cual dos líderes del Barrio San Camilo ( LILA LÓPEZ CAMPO Y JUAN DIEGO CÓRDOBA LOSADA) se empeñaron en movilizar a la comunidad para llamar la atención sobre el riesgo de perder este valioso patrimonio histórico.

Su reivindicación coincidió, de alguna manera, con nuestra declinante efervescencia verde, después de la campaña presidencial de Antanas Mokus. Así que allá fuimos a parar, con Gustavo Cortázar y otros líderes (como el infaltable Alejandro Luna Fals), para ofrecer nuestro modesto concurso. Se le aplicaron los primeros auxilios, se redactaron comunicados dirigidos a las autoridades administrativas, políticas y culturales, también se escribieron notas, con catálogo fotográfico, para las redes.

La causa social tuvo eco. Hoy día esta joya cultural pasó a ser propiedad de la Fundación Minuto de Dios, dedicada a la construcción y a la enseñanza universitaria, entre cuyos programas figura la carrera de Arquitectura.

Además, recientemente la Gobernación del Departamento del Cauca, en cabeza del Gobernador TEMÍSTOCLES ORTEGA NARVÁEZ, ha declarado a este monumento“… BIEN DE INTERÉS CULTURAL DEL ÁMBITO DEPARTAMENTAL…” (Decreto 1446 09 – 2014.

La Sra. Lila López Campo, Presidente JAC de San Camilo y aledaños, quien gentilmente nos lo ha hecho llegar, y Juan Diego Córdoba, líder comunitario, merecen todo el crédito de la recuperación de la Capilla Neogótica de Nuestra Sra. De La Merced, asumida como su causa vital y cultural. Va para ellos nuestro reconocimiento en nombre del pueblo caucano y payanés.

Fotos tomadas con una cámara de bolsillo, muy básica

 Vista desde el Coro (parte posterior)


 Fachada por la carrera 9


 Socialización con la comunidad


 Vista hacia el altar


 Parte posterior, con el Coro entre las dos naves



Coro y nave izquierda

 Columnas y vitral hacia el corredor de salida


 Lo que quedó del altar, después del terremoto


Mesa de la ofrenda 


Salida posterior hacia el convento 


Reliquias del altar (recuperadas) 


Ventana 


Vitral 


 Otro modelo de ventana


 Otro modelo de ventana


 Puerta que comunica al convento


Segunda puerta de comunicación con el convento 


 Tercera puerta de comunicación con el convento


 Auditorio con sillas de cuero repujado


 Escalera hacia el segundo piso


 Patio interior Uno


 Patio interior Dos


 Patio interior Tres


 Unos de los costados del convento


 Fachada de la capilla en el segundo piso


 Techo de la capilla


 Señora Lila (de blanco) con Mildred de Zambrano (Directora de la Veeduría) y vecinos


 Juan Diego Córdoba con Mildred de Zambrano


Nuestra Señora de la Merced
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miércoles, 18 de marzo de 2015

Twitter de Paloma Valencia: “Propongo un referendo o una consulta para que el departamento del Cauca se divida en dos. Un departamento indígena y otro para los mestizos”

Si le hacemos caso a esta señora, ultra goda laureanista y xenofóbica ( que nos recuerda la metida de pata de su pariente Guillermo León Valencia, cuando dijo, al dar  la bienvenida a De Gaulle, presidente francés: !Viva España!), al cabo de algunos años tendremos en Colombia, en el departamento del Cauca, un movimiento separatista como  en Ucrania. Aunque ello no nos impide  reconocer un conflicto interétnico en el Cauca como resultado de los procesos políticos y  culturales de conformación de las identidades, al amparo de disposiciones nacionales e internacionales de las Naciones Unidas, con apoyo en la antropología y los estudios culturales. Respecto a las etnias indígenas hay elementos extras de un incipiente Estado: Poseen un idioma, un territorio y una nación, además de una conciencia histórica del despojo. En la medida que vayan creciendo habrá presión sobre la frontera territorial. Sin embargo, la manera de lidiar con esta dificultad tendrá que ser el diálogo y no fomentando separatismos peligrosos.

Una acepción de lo extranjero es lo "extraño" ( ligada por origen etimológico). Entre nosotros hay muchos, como doña Paloma, que consideran a  las etnias y a los afros como grupos a los que quisieran tener lejos. No hay que ir a otros países para reconocer la xenofobia; también abunda entre  nosotros; para muestra este botón que ha sacudido las redes.  En un experimento social que se realiza en Alemania (ver  la página de D.W.) se contrapone a un grupo de ojos azules (arios) frente a otro grupo de ojos marrones (mestizos), aunque todos son alemanes, para medir la discriminación xenofóbica, relacionada con la raza y las raíces extranjeras, por el hecho de pertenecer a otras tradiciones y costumbres, consideradas, en  general, de valor "inferior". ¿Acaso no está  ocurriendo esto, también, en Colombia y en Popayán con los desplazados y "foráneos" (término utilizado por columnistas del Nuevo Liberal)? Alguna vez una  vecina me dijo, con mala cara: !advenedizo! Luego, ergo sum, discriminación y xenofobia están emparentados, apuntan antropológicamente a una misma materia: lo "Otro distante", con connotaciones despectivas.
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martes, 17 de marzo de 2015

El barco blanco. Microcuento

Dicen que no atiende invitaciones, ni llamadas, inventando  que el Señor O. ha salido   de viaje, sin dar detalles. Tampoco responde el correo, ni actualiza su facebook, ni contesta mensajes de texto.

Quienes lo han visto afirman que ya no reconoce a sus amigos o que los trata de modo indiferente, sin las efusiones de antes, con cálidas ocurrencias... Las más de las veces, los ignora cubriendo el rostro con la visera de su cachucha.

Dicen que se cansó de la gente y de los buenos propósitos, de la monotonía diaria, de los engreídos, de los aduladores, de los manipuladores, de los fundamentalistas, de los egos inflados de viento que buscan aplausos en el populacho, o de los endiosados que sólo esperan veneración.

Había traficado lo suficiente con toda clase de especímenes humanos, para formarse una idea clara de la sociedad, como puja de intereses, con su farsa simbólica, de principio a fin, en la cual  el éxito se consigue mediante cálculos eficaces.

Decía que nos habían acostumbrado mal desde el principio, al enseñarnos fábulas como si fueran una verdad. Y añadía que rectificar el camino  era tarde para él, pero no demasiado tarde para abandonar la escena.

Dicen que ahora, él se sueña navegando en un barco blanco hacia lo desconocido.

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miércoles, 11 de marzo de 2015

Mi cuento, Vampiresa, posteado en Boca a penas, página poética de Brasil, con magníficos comentarios. Espero que se sumen a su lectura.

VAMPIRESA. Cuento de mi libro: La Seducción y otros relatos (De género fantástico), Popayán, 2004

Lo dedico a Adriana Aneli Costa Lagrasta, Poeta de Brasil.

1. Texto:

V A M P I R E S A

I

  Aquella tarde la puerta me supo a mujer. Los toques suaves, algo temerosos, alteraron mi corazón mientras ordenaba los libros. Muchos acudían a este sitio, donde con frecuencia nos entreteníamos en largas conversaciones, en las que no faltaban palabras bonitas para una mujer. Algunas veces brilló el genio de donjuán. Llegué a usar la  poesía para adornar  un  piropo : Aldeanita a cuyas trenzas até mi corazón de seda, o me valí de ella para insinuar alguna secreta intención: ...me gustaría ser el poeta peregrino siempre y cuando tú fueras la noche... 

     Esta vez el sobresalto fue mayor, como si hubiera quedado atrapado en una nube de energía que desde afuera me alcanzaba. Aunque recibía visitas frecuentes pocas veces me colmaban. Sin embargo, una renovada esperanza me prometía algo grande. La realidad sorprende como juego de azar. Cada  hombre o mujer va y viene sin saber que lo dramático acecha.

     Un golpe de emoción me sorprendió al mirar a través de la lentilla: no era una mujer bella, sino la viva carne del deseo, con abundantes signos de una naturaleza ardiente, que rebosaba hasta por sus ojos. Tras de  ese cuerpo, rebelde a la menuda ropa que lo aprisionaba, vislumbré una mujer golosa y de acción. A esa hora el calor y el movimiento me hicieron imaginar un cuerpo resbaloso y en celo. Llevaba el  cabello corto; lucía una blusa atrevida y su faldilla atraía la mirada sobre la vellosa línea de su vientre, donde quedó flotando mi deseo. Sus nalgas podrían haber resistido una procesión de amantes. Respiré con avidez, en busca de otros olores más allá de los cosméticos de tocador. Me preguntó sobre libros de vampiros. Una vez adentro, la conversación fue más importante que los libros. Al indagar por su curiosidad respondió : «¡Creo en su existencia... los he visto!»  No tenía idea de lo que me estaba hablando. Era inverosímil que algo semejante ocurriese en estos tiempos. A pesar de mi incredulidad puse mucho empeño en ayudarla. Le hablé de creencias tan arraigadas en nuestro subconsciente que suelen confundirse con lo real, sin que ningún argumento valga para sacarnos del equívoco, debido a fuertes impresiones ancladas en nuestro inconsciente. Nada de esto aceptó, ni otros argumentos que le expuse. De niña había visto algunas películas famosas: Nosferatu y el Conde Drácula. Le insinué que en el mito vampiresco se esconde un afán de inmortalidad y un desorden sexual, por exceso de naturaleza, que no tiene nada de oscuro y es, más bien, una suerte de pocas  personas privilegiadas. Algo satisfecha decidió marcharse, prometiéndome regresar al  siguiente dia con un obsequio que cambiaría mi vida.

II

     Debido a mi educación racionalista me acostumbré a ignorar el mundo oscuro. Todo  lo veía a través de coordenadas cartesianas, como si la fantasía sólo fuera parte del folclor, la literatura o el cine. Del mundo vampiresco y otros habitantes de la noche mi conocimiento no superaba el de la gente común. Desde mi infancia me infundieron miedo, como seres emparentados con el mal, formas horrorosas en las cuales encarnan espíritus fantasmales, puestos en el mundo para amedrentar a los descarriados y prevenir a los inocentes. Ello me produjo un temor reverencial a la oscuridad y  a la soledad. La  ciudad y la ilustración me ayudarían a superar tales lastres. ¡Eso creía!. La experiencia que voy a referir me enseñó que la ciencia apenas había iluminado parte de la realidad. 

III

     La   ilusión de estar con ella me predisponía a seguirle la corriente, seguro de que sus fantasías ocultaban vigorosas calenturas del cuerpo. Grande era mi ansiedad por compartir ese remolino de pasiones. Con el paso de los días, y ante el incumplimiento de su promesa, me fui olvidando del asunto, hasta que un sábado, sobre el filo del mediodía, algunos clientes de mi establecimiento se movieron inquietos en sus asientos al ver entrar a la sensual mujer. Vestía las mismas prendas de la primera vez: minifalda y diminuta blusa, ambas prendas de color rojo, intenso como viva sangre. Los zapatos de tacones moderadamente altos, la pulsera, un anillo y los aretes resaltaban su elegancia. Fue hasta donde yo estaba y me saludó con un beso. Luego sacó del bolso el regalo prometido, turbador envoltorio que me entregó con recelo, bajo la promesa de  no verlo en ese instante. Su  aliento me distraía cada  vez que hablaba. Cuando quedamos solos miró la escalera, y preguntó : «¿que hay  arriba? Tengo curiosidad...» -agregó-, y se encaminó hacia allá. Al subir, sus muslos quedaron expuestos ante mis ojos. Arriba, miró con emoción hacia todos lados como si hubiera encontrado el lugar deseado. Todo le agradaba: la alfombra roja, el juego  de sala  color vinotinto, el espejo, donde se leía, también en tinta roja, espejo de las pasiones, y el cuadro de Hernández que celebra de forma voluptuosa el cuerpo femenino, la música y el amor. Después indagó  por el recinto encerrado en madera y tríplex con adornos en relieve. «Allí, ¿qué hay?» -preguntó-. Sin esperar respuesta avanzó. Su  mirada quedó vagando en el tendido de color carmesí que cubría la cama. Poco a poco fue levantando los ojos, que se posaron en un cuadro surrealista de una joven desnuda suspendida a media altura sobre el arco de un puente. Alterado por su presencia le dije: «voy a caer si no me apoyo en algo», y me fui acercando hasta quedar pegado a ella. Al ver que sus brazos me ceñían descansé. Su cuerpo me tenía desvelado desde el primer día. Soñaba con sus labios carnosos, algo recogidos, como pétalos de rosa, para ofrecer su fragancia, y con sus senos, semejantes a racimos de madura fruta bajo la doblada rama. Muchas veces en la soledad de mi cuarto inventé el goce que cuidaba como el avaro a su fortuna. Tenía práctica en esto desde los furores de la adolescencia. Ahora, su boca atizaba mi pasión, exquisita humedad que compartíamos con deleite. Sus ojos, en donde había descifrado el deseo, se adormecían. Mis labios jugaban en su cuello dejando estelas de tibio vaho. «Antes de continuar debo tomar algo» -dijo-. Fue hasta el asiento donde había dejado el bolso y sacó un frasco mediano, lleno de un líquido color vino tinto. Supuse que era vino. Lo destapó y  bebió  la mitad.  «El resto es para ti si lo deseas» -dijo-. Lo consumí como un autómata, sin tener tiempo de reparar en su sabor, porque al instante ya no era el mismo; en mi consciencia  sólo habitaba un deseo majestuoso. Recuerdo  que  me  tumbó sobre  la  cama, hundiendo mi falo en su pulposo nicho, que succionaba como un tirabuzón. Muy cómoda  y complacida cabalgaba, resbalando sus senos sobre mi pecho. La  fuerza de su mirada hería mis ojos, y sus amenazantes muecas turbaban mi espíritu.  A bocanadas me tomó del cuello, donde finalmente se adormeció. Era curioso, mi cuerpo de atleta se iba debilitando, en cambio mi falo se hacía más imponente en la andanada de vigorosos tirones. Sin duda era por el brebaje. Una dulce corriente, apenas perceptible sentía en mis venas, como si mi espíritu viajara feliz, en medio de una fiesta. Sin noción del tiempo me extinguía, viendo embellecerce más y más a ese animal, en medio de la fatal atracción que me llevaba a la muerte. Apenas atiné a vislumbrar el fin, como si marchara raudo hacia un abismo. 

     Cuando ya la luz me abandonaba irrumpieron en la habitación dos vigorosos jóvenes en cuya presencia me sentí como miseria  lastimosa. A no dudar, eran de su misma especie. Sin dificultad la arrancaron de mi cuerpo y se la llevaron. Muy cerca de la muerte, la película de mi vida había empezado a rodar sin esperanza. En uno de sus pasajes me veía rodeado de algunas personas vestidas de blanco, que aguardaban mi resurrección en la camilla de convaleciente.

   Desde entonces no parezco el mismo; es como si perteneciera  a otra especie. Al recordar el obsequio de la vampiresa lo busqué con ansiedad. Veo, sin ninguna sorpresa, que se trata de un  frasco idéntico al del líquido que bebimos en el fatal preludio amoroso. ¡Un júbilo sobrecogedor me embarga cada vez que lo tengo en mis manos!

2. Archivo de audio:  https://www.youtube.com/watch?v=UpTQ2LNJC3Q
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viernes, 6 de marzo de 2015


(Su periplo vital: Santander de Quilichao - Popayán - Bogotá - Madrid)

Archivo en audio y texto.
1. Audio: en la voz loquendo (sintética) de Helenahttps://www.youtube.com/watch?v=-8WUGLlyLp0
2. Texto:
Mirando tu foto en la solapa del segundo libro (Paisajes subterráneos, de 2002), tuvimos un vago recuerdo de ese poético rostro, en sus quizás 14 años, como una visión de Macondo libros y tertulia.
Además, tu nombre es un verso para atesorar en el corazón junto con tu poesía, después de haber sido marcados por la película El Doctor Zhivago, de tema poético, romántico y político, donde aparece el apellido Lara, nombre de la heroína coprotagonista. También rememora a Agustín Lara, insigne poeta del bolero, quien sobreponiéndose a sus escasos atributos físicos logró conquistar a María Félix, diva del cine mexicano (gran consuelo para muchos, cuando el talento está en pleno vuelo).
Aquel segundo libro de Valentina, al parecer, nació antes del despertar del yo como conciencia bella de la propia identidad. Lo cual nos permite considerarte como un caso excepcional, por haber nacido con el yo despierto, algo realmente extraño a la infancia, de por sí, despreocupada.
Cuando salió a la luz Paisajes subterráneos en el año 2002, Valentina recién cumplía 15 años, y para entonces ya había escrito una poesía elaborada y fuerte, señal precoz en cuanto a madurez, lucidez y conciencia estética del sufrimiento.
Su poesía está emparentada, por la línea dura, con el grupo literario de Popayán que hemos denominado La generación poética pos terremoto, en nuestro ensayo La Nueva Poesía en la Crisis de la Ciudad Letrada (Popayán, Teatro Bolívar, 2004; Popayán, Silencio de serpientes sobre el tesoro, 2006; Popayán, Llama de piedra, 2010). Adentrarnos en ese primer libro (Paisajes Subterráneos) es ir al encuentro de la revelación y el asombro.
Hicimos el ritual de leer tus dos últimos libros al calor de un café en Juan Valdez. Mientras leíamos, dos amigos arrimaron a la mesa. El entusiasmo estaba desbordado. Varias veces exclamé ante ellos: ¡Cómo es posible que una niña de menos de 15 años escriba versos de esta calidad y profundidad!:
1. "Soy ...
Una historia que se esconde tras la carne...
La réplica inútil de la mujer errante... 
La figura invisible de la muerte ... "

2. "Los muertos atados a mis piernas 
arrastran el grito de su metamorfosis 
imágenes desfiguradas por el devastador artefacto de la guerra.

3. "No tengo sombra que corte la fortuita cabeza de la muerte."
4. "Cada palabra me lleva al suicidio 
cada puño al asesinato."

5. "La palabra mujer tiene en su pecho un dulce alivio. 
La palabra hombre es un deslizamiento constante."

6. "La muerte camina descalza por las calles 
llora en los andenes y el viento seca sus lágrimas."

7. "En mi boca desdibujada 
perdura un aroma a cadáver, 
y se estaciona el humo de la noche 
que deja desgracias en mi lengua."

8. "Silencio...
Los sueños se dilatan, 
la efímera verdad se contrae, 
las pupilas del viento no dejarán regresar el día."

Finalmente, estos versos proféticos sobre la paz que se pacta en la Habana:
"Agresores, 
dejamos la guerra, 
la abandonamos con nuestras vidas hace tiempo, 
nos reconstruimos en las calles, 
en los laberintos, 
y sobre esta tierra nos armamos como insectos."

En cambio, el libro que esta noche bautizamos aquí (Lemotbulle), foráneo en título y vivencias, es más un canto feliz que una apología al sufrimiento, como si hubiera sido preciso exorcizar la mala herencia de nuestro país, para ir a florecer en tierra extranjera.
Desde el inicio nos comparte la fiesta y el perfume de su primavera vital:
"Mi poesía es redonda,
azul, a veces violeta.
Mi poesía es pie 
y camina, 
baila, da vueltas y 
alza su falda, 
se pinta la cara de paisajes, 
se enamora una y otra vez ..."

Aunque algunos brotes de malos recuerdos no dejan de importunar a su nostalgia candorosa:
"hasta que llegó la guerra 
a invadir los arroyuelos 
las colinas, los senderos 
estalló la muerte en su espalda, 
la palabra enemigo 
se clavó por primera vez en las hojas."

A pesar de ello, este libro es un canto a la vida, a la naturaleza, a la mujer, al hombre, a la familia, a la fiesta colectiva. La nostalgia se viste de alegría, de dulces recuerdos familiares, de multicolor tropical, entre sinsabores de guerra y el forzoso desarraigo que nos ha empujado al mercado global.
También hay pinceladas contundentes sobre la nueva condición de la mujer ante los avatares de su reciente libertad, con todos los riesgos y las soledades que ésta conlleva. A pesar de lo cual Valentina, como mujer, se resiste a la vanidad y al artificio de estos tiempos de metamorfosis tecnológica:
"Mujer 
eres una multitud de insectos, eres un jardín, su flor imperfecta".

"Caer húmeda sobre la tierra 
apetitosa para los gusanos, 
calmar su hambre 
en mi descomposición, 
quitar tanto adorno, tanta postura".

En su evocación del paisaje sentimos un sabor arturiano cuando el sol, el viento, la hierba, los árboles, el jardín con sus fragancias, nos invitan al disfrute de una felicidad impersonal, a sumergirnos en el abandono del completo olvido. Por ello, quisiéramos repetirle a Valentina las balsámicas palabras de Aurelio Arturo:
"Torna, torna a esta tierra donde es dulce la vida". Pero nuestro paisaje se ha vuelto violento. El miedo contamina el aire. Los matreros se disputan el campo. Y las ciudades son amasijos indiscernibles, donde se enseñorean el desprecio, el desorden y el pillaje. La violencia ha completado su tarea, colonizando nuestra vida entera.
Sin embargo, Valentina nos aconseja, por su parte, no aventurarnos a través de otros cielos artificiales, cuando dice:
"Yo te clavo a este suelo, ...
No te eleves bajo este cielo, 
no vengas a conocer el asfalto, 
la radiante sequía, 
la basura de los hombres, 
su violencia, 
sus cables y sus podadoras."

Es que el paraíso ya no existe. Huyen del mundo lo sagrado, los ideales, la belleza espiritual, el sentimiento, el amor y la contemplación de una naturaleza sobre-abundante y aseguradora, cediendo el paso a la fría matemática del poder, de la economía y el espectáculo, con una escala distinta de valores, fundados en el riesgo, la desconfianza, la atroz competencia, el éxito, la indiferencia, las emociones fuertes y la estética del mal.
El poeta, dialogante íntimo con el mundo, ahora sondea aguas turbias, aires impuros, experiencias duras, contra las cuales la ensoñación choca. De esta contradicción surgen las imágenes poéticas; ella determina el tono y los matices del canto, de acuerdo con el temperamento del poeta. Sin embargo, por bella, elevada y profunda que llegue a ser la composición poética no alcanza a estremecer nuestro mundo, privado de sensibilidad espiritual, estética e intelectual, y aún de sentimientos sociales, porque el sufrimiento, también, ha dejado de conmovernos.
Por lo menos esta noche, los presentes formamos parte de la minoría que aún se deja seducir por la poesía ... de Valentina Lara. 
Gracias.

Omar Lasso Echavarría





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