Archivo recuperado. 14 de septiembre de 2012
Buen pretexto el que trae Juan Esteban Constaín en su columna (Volver al futuro), para hacer referencia a un extraordinario programa que vi en estos días: Más allá del cosmos, explicado con todas las herramientas pedagógicas de la divulgación científica actual. El asunto importante es que la
cosmología más avanzada y de mayor consenso pareciera inclinarse en
favor del filósofo griego Parménides de Elea (El ser es inmutable y
eterno) contra su opositor Heráclito (El ser es cambiante: nadie se baña
dos veces en el mismo río), al sostener que el pasado y el futuro no
existen, que los hechos en el universo son simultáneos, según el corte
imaginario que se haga en una u otra dirección de la flecha del tiempo.
Muchos filósofos, teólogos y místicos orientales, desde el razonamiento
y la meditación, han negado el tiempo, para entronizar al verdadero ser
que sería la divinidad; por supuesto en contra del sentido común, que
nos dice otra cosa muy distinta. Los empiristas nos liberaron del
idealismo, dándole forma definitiva a la modernidad, pragmática,
científica y positiva, concediéndole todo el crédito a los hechos, en
contra de la especulación incontrolada. Hoy, esa misma ciencia, que se
jacta de la exactitud, a partir de Einstein nos sacó del camino
trillado, para acercarnos, de nuevo, a los planteamientos de Parménides,
Platón, Kant y Hegel. Su conclusión es que, cuando la expansión del
universo se haga “infinita”, la soledad en el cosmos será tal que, que
no tendremos puntos de referencia para captar el movimiento. En
consecuencia, el tiempo será imperceptible, no sabremos qué es; por
tanto, ni siquiera nos plantearemos tal problema.
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