Archivo recuperado. 13 de septiembre de 2012
¡Tarde
exultante! terminó el berrinche de sentirme expulsado del grupo
consentido de escritores locales, cuando me dejaron por fuera de la
Colección del Bicentenario, a su cargo; por falencias del oficio, sin
duda, o por no ser oriundo de esta ciudad, sueño intelectual de mis años
juveniles, aunque el terremoto me bautizara con un golpe sangrante en
mi cabeza. Este suelo también me pertenece; lo he ganado con trabajo,
honradez e imaginación, aunque me perdiera en sacrificios laborales,
sin lograr alcanzar el sueño intelectual que me trajo. No quiero ser
marginal, ni que mis hijos lo sean. Más bien tengo intenciones de
rescatar valores de la marginalidad. Podría hacer buen uso del
patrimonio de Macondo libros y tertulia que se petrificó en libros (y,
también, en deudas por cobrar) por un valor cercano a los cien millones
de pesos. Escucho ideas y propuestas para realizar un proyecto que
beneficie a la periferia de Popayán. Así que, bienvenido sea,
nuevamente, el gremio de amigos escritores que compartieron por años mi
espacio en Macondo, espacio real e imaginario que contribuyó a
aglutinarlos, cuya percepción quedó plasmada en mi ensayo: La nueva
poesía en la crisis de la ciudad letrada. ¡Vientos de paz corren por
nuestra nación! Fumaremos la pipa de la paz, o un habano que reposa en
mi escritorio.
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