Vinimos del menospreciado Sur antes del terremoto de 1983
persiguiendo un sueño intelectual. Preferimos este bucólico lugar al
Norte Vallecaucano, donde habíamos iniciado estudios de Derecho. Sin
embargo, optamos por venir acá a ejercitar la meditación filosófica en
vez del alegato jurídico. Nuestro equipaje material era escaso; en
cambio, traíamos el espíritu cargado de energía juvenil a prueba de
obstáculos y ciego a las contingencias del futuro. Para este proyecto
ahorramos durante un año de trabajo en la Secretaria de un colegio de
provincia. Sabíamos trabajar, teníamos imaginación y en ello
confiábamos. Acá experimentamos de todo, primero solo, luego en compañía
de mi hermano Herney, a quien traje a estudiar Geotecnología en la
Unicauca y con quien compartíamos mi crédito de Icetex. Al comienzo
sufrimos la "expulsión" de un buen nicho en casa de un párroco que hizo
fortuna en la Unión y vivía en matrimonio de hecho con una paisana,
ambos grandes amigos de nuestra familia, con buenos servicios a ellos
prestados. Luego sobrevivimos en covachas del barrio Bolívar; una vez en
casa de un mecánico alcohólico adicto al guarapo de calabazo; otra, en
una casa patriarcal, multifamiliar, donde había un perro por familia,
formando juntos una jauría que nos acosaba como a intrusos. Varias veces
empeñamos o vendimos objetos personales para suplir urgencias; sufrimos
el "paquetechilenazo" al cobrar nuestra primera mesada de Icetex;
padecimos el trabajo nocturno de doce horas en la Recepción del hotel
Los Balcones con no pocos estigmas de servilismo, el cual culminó un día
que el patrón nos puso de patitas en la calle después de haberle hecho
un justo reclamo. Recuerdo aquella ocasión, por la anécdota de lo que
ocurrió al final, la cual hoy me mueve a risa (El contundente diálogo
fue el siguiente; -Don Carlos: "Estás despedido, no me servís; por la
tarde vienes para liquidarte". Al regresar, después de recibir mi cheque
hablé para agradecer. Dirigiéndome a la encargada de la recepción,
María Teresa, le dije: Por favor dele mis agradecimientos a Doña Stella
(esposa de Don Carlos) y a Carlos Andrés (hijo), porque se han portado
como personas". Entonces, el viejo se estremeció bruscamente, sacudiéndo
el cuerpo y manoteando, con intención de venirse encima de mi. "Si
pues, y yo soy un hijueputa... Nooo...! Con pasos rápidos, en instantes,
me puse a salvo en la calle, donde sentí la reconpensa de la libertad y
el alivio de una espina bien arrancada en un último lance de dignidad.
Tiempo después venía a Macondo; en el fondo era buena persona, algo
cascarrabias, como seña de identidad del popayanejo promedio con algún
poder.
LA SUERTE MEJORÓ EN EL HOTEL CAMINO REAL,
a donde llegamos cuando apenas iniciaba labores, para estacionarnos por
casi ocho años, con terremoto de por medio. Esta experiencia nos
permitió crecer en todos los aspectos, entre crisis existenciales y
lúcidos hallazgos que avivaron a los geniecillos escondidos. Sin
embargo, la preocupación por ser alguien terminó moviéndonos el banco de
la resignación. Las preguntas no tardaron es desgranarse una tras otra.
¿Qué hacer ante la proximidad de la peligrosa edad de Cristo? "El
empleo oficial es para los patojos" (sentencia de Don Víctor Mosquera
Chaux, cuando nos atrevimos con un colega de estudios de Neiva a
visitarlo para una recomendación requerida por el Sr. Salomón, director
de la oficina de Alfabetización). Sólo quedaba el comercio, territorio
amplio y libre, dispuesto plenamente a la iniciativa personal. Otra
pregunta ¿Cuál negocio? Respuesta: el que más guste y mejor se conozca.
!Eureka! LIBROS... Fue el comienzo de Macondo
Libros Arte y Tertulia (año 1987). La pequeña cesantía se transformó es
una valiosa cajilla de libros que trasteaba todas las mañanas desde
hotel Camino Real a la facultad de Humanidades. Por algún tiempo mantuve
la triple actividad: estudio, recepcionista de hotel y librero. En
pocos meses mi caja de caudales había aumentado significativamente.
LA EXPERIENCIA DEL HOTEL FUE GENIAL.
Aprendimos a sortear toda clase de dificultades como sub capitán de
barco ante "foráneos y patojos". A veces nos plantamos con valor en
defensa de los intereses del hotel ante avivatos que con artimañas o
cuentos de apellidos ilustres querían dormir gratis o pasarla rico con
tarjetas reportadas en el boletín de data crédito.
EL
HOTEL CAMINO REAL, CON SU BARSITO Y SU AFAMADO RESTAURANTE Y SUS
HONORABLES DUEÑOS, EDGAR SIMMONDS TRUJILLO Y AMPARITO PULIDO DE SIMMONDS
E HIJOS, ANA MARIA, EDGAR Y DANIEL SON LO MÁS CATIZO Y REPRESENTATIVO
DE LO MEJOR DE POPAYÁN, TANTO DEL PASADO COMO DE ESTE PRESENTE QUE
VIVIMOS. Ellos se mantuvieron incólumes ante la devastación
del terremoto; nunca abandonaron la ciudad. Por el contrario, abrieron
un restaurante, al Norte, llamado El Rancho, mientras reconstruían con
fervor el hotel averiado. Uno de mis cocteles de Macondo se inspiró en
un suceso de la taberna, en el que un hombre ya maduro le "torcía el
cuello de cisne" a una damita con tres Tom Colis. Me refiero a mi
Glasnost, cuyo ingrediente principal es el vodka... "bebida de la
transparencia, de la voluptuosidad o trampa de la seducción: uno libera
el verbo, dos liberan el cuerpo, tres liberan el alma, cuatro, más allá
del bien y del mal, cinco, cita con eros”. Macondo nos hacía sentir
patojos, hasta la médula, de lo mejor, de lo más querido. Una vez
engullido el negocio por la vorágine de internet hemos vuelto a la nada,
cumpliéndose la predicción de Luz María Vernaza si yo cerraba: "… Omar
perderá vigencia, decía". Efectivamente, no han valido 17 años de
trabajo inspirador, ni haber conocido y tertuliado con lo mejor de la
cultura nacional, local y visitantes extranjeros, ni haber animado a la
Generación Poética Post Terremoto, ni ser mencionado en el periódico
parisino Le Mond, ni haber sido incluido en un libro sobre librerías
culturales del mundo editado en la ciudad de Lille, Francia; sin contar
las bellas columnas periodísticas escritas por amigos de Macondo. Nada
de eso, ni lo escrito (cuento, ensayo, poesía), ni tener esposa patoja e
hijos patojos. Ello no bastó para ganar un rincón de
aprecio entre los patojos. Seguimos siendo "los de otra parte", no
aquellos que generosamente nombra Gustavo Wilches, sino los
menospreciados de Marco Antonio Valencia Calle, quien siendo Secretario
del Bicentenario, ya nos había excluido de la Biblioteca de Autores
Caucanos, en el año 2012. PERO UDS., MÍSTER SIMMONDS Y
AMPARITO PULIDO DE SIMMONDS, ESTÁN EN LO HONDO DE NUESTRO CORAZÓN,
SIENDO LOS ÚNICOS QUE EN ESTA BELLA CIUDAD NOS BRINDARON UNA BUENA
OPORTUNIDAD LABORAL, A LA CUAL PROCURAMOS RESPONDER CON ENTEREZA Y
LEALTAD.
COMENTARIOS:
ResponderEliminarA Ruth Estupinan, Sofia Picon, Ariadna Rosero Torres y 4 personas más les gusta esto.
Francisco Piedrahita Perez agradecimiento y del mas puro corazon.
Recibido vía email: Edgar Simmonds T
Mi querido Omar....Hemos leido en famila su artìculo donde nos menciona muy generosamente. Mil gracias!! nos sentimos muy orgullosos por sus comentarios y ademàs de haber puesto un grano de arena en la construcciòn de su vida llena de esfuerzos, logros y mèritos que siempre admiramos.
Reciba de todos un carióñoso abrazo,
Mister, Amparo, Edgar Josè
PD. Ana Marìa, a quien se lo reenviè, lo disfrutò mucho
Omar Lasso Echavarría Qué bueno, Gran Míster. Me saca una sonrisa vital. Reciba un abrazo como esos que Ud. sabía dar con palmotadas, "quiebrespaldas".
Ruth Estupinan Gracias por hablar por tantos, que no lo hemos hecho, igual debo eterno agradecimiento al tan apreciado y gallardo Mr Simonds y señora.