lunes, 29 de octubre de 2012

Popayán hoy (Entrega 1) El Vuelo artístico de la provincia

(Archivo recuperado de mi blog POPAYAN NUEVA EPOCA)
Por: Omar Lasso Echavarría ESPECIAL PARA EL LIBERAL
Domingo, 24 de mayo de 2009

 
Cuando nos dirigimos al Norte de Popayán, en ruta obligada por el barrio Bolívar, nos topamos con el mural de la facultad de Medicina, alusivo a la historia médica, obra del artista Belisario Gómez, profesor de artes de la facultad de Humanidades. Este mural se ubica estratégicamente frente al semáforo que desenreda, allí, el nudo del tráfico. Me gusta su horizonte encendido porque nos transporta a la evocadora lejanía de este cielo familiar; lo demás me hace pensar en el pobre tiempo que nos toca vivir, que no distingue una idea grande de otra menor. Lo paradógico es que siendo esta una época de especialistas, se ignore o no se consulte el punto de vista de los expertos y, por el contrario, se tomen decisiones autocráticas, quizá por vanidad o para hacer alardes de que se tiene el poder; creyendo así que el punto de vista personal, reducido, es el reflejo de la gran cultura. 

Cuando el bus se detiene a un lado del mural, nuestra sensibilidad se rebela y se agolpa sobre nuestra cabeza y corazón lo negativo del actual Popayán, de la ineficacia de sus dirigentes, sin grandeza, sin vocación cultural, con apenas brochasos de información; y también de sus gentes, que desconocen el suelo donde viven, ciegos frente a la historia y las altas cotas alcanzadas en las artes, pobres de espíritu, pensamiento y sensibilidad. Entonces nos abruma este presente detestable, donde sólo hay sitio para los oportunistas. Y pienso en los nuevos símbolos de la otrora ciudad eterna: El citado mural de la Facultad de Medicina que “pretende” imitar “apoteosis de Popayán”, de Efraín Martínez; la estrepitosa discoteca Corona-Bar del hotel La casona del Virrey, en el corazón de la ciudad, émulo del Teatro Municipal para las nuevas generaciones; la fundación Flauta de Chancaca que supera en gestión a la Casa de la Cultura, al Fondo Mixto de cultura y a la Casa Valencia; las universidades Autónoma, Cooperativa, Nariño, Colegio Mayor, que en breve tiempo le pisan los talones a la Universidad señera, hoy sumida en el atraso y en la vocación de lo alternativo que exhibe, como bandera, proyectos de investigación sin relevancia, de escasa financiación, con valores que oscilan entre cuatro y cinco millones de pesos, que apenas sirven para crear una falsa imagen de universidad investigadora. En cambio, se gastó una cifra cuantiosa en un mural de pobreza imaginativa, elemental, que desperdicia una técnica y unos materiales de mucho valor. El tema del mural se agota en la percepción de lo visto; no sugiere algo poético o estético; tampoco permite volar y nos mantiene aferrados a lo trivial. Cuando estoy frente a él me acuerdo de las ilustraciones de un texto escolar, de una cartilla de caramelos, del corte de pelo de los años setenta y de una publicidad de dentífricos. 

Es oportuno contar que el proyecto pictórico se presentó a consideración del departamento de Artes de la Facultad de Humanidades, donde no tuvo acogida, sin duda por las limitaciones que saltan a la vista. 

A continuación, algunas modestas apreciaciones sobre el mural:
1. ¿Se trata de una obra de arte o de una artesanía? Porque en nuestro parecer predomina la técnica sobre lo artístico. 

2. El mural presupone una idea de progreso en sentido lineal, resultado de una historia evolutiva, en la que los respectivos estadios van quedando atrás, como etapas sepultadas por los vencedores. Modelo éste que entró en crisis hace décadas, con la nueva historia. Por tanto, queda planteada la inactualidad histórica del mural. Como se observa el tema se desplaza de la sombra a la luz.

3. Se hace un tratamiento inadecuado del tema social, que el artista fijó en el siglo antepasado, con el triunfo de la raza blanca sobre indígenas, afros y mestizos. Desvirtuándose de este modo una realidad étnica diversa y culturalmente híbrida, reconocida a través del multicuralismo inserto en las constituciones y en las ciencias sociales contemporáneas. En este sentido, el mural tiene un evidente matiz elitista, que refleja la característica de la Facultad de Medicina de otras épocas, en proceso de superación (?) 

4. El mural adolece de pobreza estética, como si el pintor desconociera la historia del arte. Se observa un estilo plano de secuencias históricas, donde cada escena da paso a la siguiente, en estaciones sucesivas, como si se borraran los momentos anteriores, haciendo del mestizaje étnico y cultural una estratificación social donde lo eurocéntrico y el logocentrismo es el referente válido. Más que una pintura de tema unitario, se trata de dibujos adosados a un plano, donde la figura es casi fotográfica, sin ninguna riqueza semántica. Pero además, los íconos tienen aspecto de maniquíes pertenecientes a una iconografía desusada, que sobresale, chocantemente, en las dos figuras que portan la antorcha triunfadora. 

5. Se desconoce de plano la crisis de la medicina alopática, que ha roto el monopolio de la medicina ortodoxa basada en la farmacopea química, imperando un concepto positivista, ello en detrimento de otras medicinas, como la bioenergética, y la tradición cultural de las diferentes comunidades que tienen y desarrollan aún sus propios sistemas médicos. 

6. Finalmente, conviene reflexionar sobre del papel de la Universidad del Cauca en su labor cultural y sus vínculos con el devenir de la ciudad. ¿La universidad está comprometida, realmente, con un proyecto de ciudad? ¿Realiza esfuerzos para avanzar en el desarrollo cultural? Lo que reclamamos es la permeabilidad de la sociedad, en su vida cotidiana. La universidad y las instituciones culturales deben poner en movimiento la enorme masa espiritual o mental de la población para recrear el imaginario cultural, a través de convocatorias artísticas, por ejemplo, de ensayo, cuento, novela, poesía, pintura, teatro, audiovisuales, música, folclor, etc. Al revés de este propósito no apoyó el concurso de cuento promovido por su emisora, cuyo premio era de $500.000, aduciendo falta de presupuesto. Esa potencia cultural en nuestro medio está dormida bajo sedantes slogans como los siguientes: Popayán ciudad culta, la Universidad de los 17 presidentes, la Jerusalén de América, y ahora, una universidad con profundo impacto social, y la capital mundial de la gastronomía, etc., cuya falta de modestia encubre sus reducidos alcances.

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