Archivo recuperado de mi blog POPAYÁN NUEVA ÉPOCA)
GLOSA A LO INDELEBLE DEL TIEMPO COMPARTIDO
RINCÓN DE ALEJANDRÍA
(A Macondo Libros..)
Semilla de sabios
que nació en el mar
y voló sobre montañas.
Invención de un mago
donde ofició el librero de Borges
mientras la musa presidía
un oráculo de sueños.
Bárbaros enemigos
hijos de un tiempo veloz,
como huracanes aciagos,
destruyeron el sueño
de la biblioteca como un paraíso.
Digno final el de Alejandría,
llama infinita de saber y ceniza.
Peor yacer en el olvido
entre fantasmas y libros
que nadie quiere leer.
Ya no hay Borges ni Quessep.
No están los caballeros de la luz
tampoco los de la oscuridad
voces infinitas que rumoran en la nostalgia
Barona, Posada, Jaramillo
Torres, Luciano, Jordán
Rafaelito, Ricardo, el Conde
Donaldo, Rodrigo y La sutil Luz María.
La pícara risa de Jimena,
Stella y sus confidencias
Y Kenny, esa flor primorosa,
a quien solté por primera vez
aquella frase que fue slogan:
“No te preocupes.. quien me debe
me pertenece un poco
y cuanto más me debas
más me perteneces”.
Emigraron también las vampiresas
y aquellos nuevos poetas
de la Generación Pos Terremoto
con sus musas.
Ahora el librero sólo cuenta su historia:
hubo una vez ...
Omar Lasso
MACONDO LIBROS
Rodrigo Valencia Q
Especial para Proclama del Cauca.
Hubo un Macondo en Popayán, un lugar para la cultura, la jovialidad y camaradería bien dosificadas. Buena parte de nuestra memoria quedó allí desde que su maestro de ceremonias, Omar Lasso, decidió cerrar sus puertas al ajetreo de los compromisos comerciales.
Rodrigo Valencia Q
Especial para Proclama del Cauca.
Hubo un Macondo en Popayán, un lugar para la cultura, la jovialidad y camaradería bien dosificadas. Buena parte de nuestra memoria quedó allí desde que su maestro de ceremonias, Omar Lasso, decidió cerrar sus puertas al ajetreo de los compromisos comerciales.
Si algo gustaba de Macondo Libros era su recinto pleno de cortesía y su
casi legendario librero intentando la proeza de la cultura en una ciudad
donde sus voces predilectas, a pesar de todo, van preñando, instaurando
nuevos vientos y razones para la existencia. En Macondo Libros hubo
fiesta diaria, ritos de iniciación, tertulia y carcajadas. Los pesos
pesados de la intelectualidad iban llegando con sus agudos y brillantes
diálogos, sus rictus académicos, sus visiones críticas, o con anécdotas
de la cotidianidad más simple y callejera. Allí se compartían el
instante, el minuto, las horas y el tiempo todo con algún café, cerveza o
licor ritualizado entre buenos estímulos para engendrar ingenio y
alimentar los ratos libres.
Buenas épocas esas de Macondo, "un lugar siempre posible"; un dibujo
mío, que se estampaba en cada venta, sirvió de excusa para embrujos y
promesas de la suerte, y todo era de maravilla entre esos estantes
poblados de libros de la más alta alcurnia intelectual. Entrar a Macondo
era iniciar el terreno de la anécdota, aligerar el día, mensurar la
intensa levedad de la existencia, abrir los ojos, oídos e intelecto a lo
imprevisible y a las probabilidades de congeniar con las mejores
amistades. Allí el arte, la literatura, poesía, filosofía y música eran
atmósfera, clima inevitable entre los saludos, encuentros sorpresivos y
miradas cómplices; digamos que el mundo de los libros era llave mágica,
pasaporte a los afectos, estrategia de alegría, enganche para usuarios
de la fantasía y otros goces del espíritu. Uno que otro amor lícito o
prohibido debe haber nacido en ese especial rincón, hoy señalado por la
nostalgia y la cordialidad de la memoria.
Macondo, que comenzó con una simple caja ambulante de libros, creció y
poco a poco fundó un mundo propio; tenía su aroma: el de la palabra, que
todo lo domina. Hoy las palabras tal vez se fueron a otra tienda que no
existe. Omar es el ausente que todos recordamos con el afecto de la
amistad que no declina. En Macondo Libros, Popayán tuvo otra oportunidad
sobre la tierra... la vida parecía una leyenda.
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El 9 de febrero de 2012 16:06,
Donaldo Mendoza escribió:
Hubo una vez en Popayán una librería, "Macondo Libros", cuyo principal
encanto no era hallar el libro que se andaba buscando, sino la
oportunidad de refugio que ofrecía el lugar; siempre se encontraba allí
un amigo/a, y la mañana o la tarde se tornaba feliz. Su propietario,
Omar Lasso (La Unión, Nariño), oficiaba como maestro de ceremonia, era
un alfaguara de conversación; y cuando era preciso, el Celestino cabal
para las citas y encuentros "casuales". Hace unos 6 años la librería se
cerró, faltó un poquito para que los huérfanos de ella saliéramos a la
calle en cortejo de duelo; éste ha sanado, pero cada tanto muta en
nostalgia. Un abrazo,
DONALDO.
GLOSA A LO INDELEBLE DEL TIEMPO COMPARTIDO
RINCÓN DE ALEJANDRÍA
(A Macondo Libros..)
Semilla de sabios
que nació en el mar
y voló sobre montañas.
Invención de un mago
donde ofició el librero de Borges
mientras la musa presidía
un oráculo de sueños.
Bárbaros enemigos
hijos de un tiempo veloz,
como huracanes aciagos,
destruyeron el sueño
de la biblioteca como un paraíso.
Digno final el de Alejandría,
llama infinita de saber y ceniza.
Peor yacer en el olvido
entre fantasmas y libros
que nadie quiere leer.
Ya no hay Borges ni Quessep.
No están los caballeros de la luz
tampoco los de la oscuridad
voces infinitas que rumoran en la nostalgia
Barona, Posada, Jaramillo
Torres, Luciano, Jordán
Rafaelito, Ricardo, el Conde
Donaldo, Rodrigo y La sutil Luz María.
La pícara risa de Jimena,
Stella y sus confidencias
Y Kenny, esa flor primorosa,
a quien solté por primera vez
aquella frase que fue slogan:
“No te preocupes.. quien me debe
me pertenece un poco
y cuanto más me debas
más me perteneces”.
Emigraron también las vampiresas
y aquellos nuevos poetas
de la Generación Pos Terremoto
con sus musas.
Ahora el librero sólo cuenta su historia:
hubo una vez ...
Omar Lasso
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