domingo, 29 de diciembre de 2013

Un vándalo desquiciado por la droga, subía por la carrera quinta hacia la galería Bolívar, en plena madrugada, armado de una piedra que estrellaba contra las viejas puertas de madera. El tramacazo que nos despertó se escuchó algo lejos, luego en la puerta del vecino, cuando dio en nuestra puerta nos tiramos de la cama sin saber qué hacer o decir. Los estruendos siguieron oyéndose consecutivamente cada vez más lejos. ¿Por qué no haber llamado a la policía? Reacción sintomática de lo que sabemos será una atención retardada. Uno realmente no sabe: o están en verdad ocupados o utilizan la típica estrategia institucional de demorar la contestación al teléfono para calibrar la gravedad del asunto o desanimar al llamante. El sujeto parecía estar en una competencia de pegar rápido, recoger la piedra y continuar. Me quedé como "sembrado de una pieza". El golpe dio en el centro de uno de los cuadritos, volando el pedazo de madera de cedro con sus biseles. Recogí el fragmento mayor y lo pegué para disimular, esperando que amaneciera. Ya no pude dormir, a pesar de que me había acostado tarde para madurar el sueño. Era viernes de rumba en la cuadra. Ahora todas las bullas nocturnas se concentran en el sector Museos del Centro Histórico de Popayán. Durante un año bregamos ante Planeación Municipal contra un karaoke "bestial" que nos enervaba todas las noches repitiendo canciones de Chela del Rio, José José, Vicente Fernández, entre otros . Ahora se asentó otro bar de mucha acogida juvenil a 15 pasos de nuestra casa, en un local pequeño, por lo que la fiesta tienen que hacerla en la calle, donde los clientes orillan sus vehículos en el andén y departen con su propia música, conversan y se drogan. Por consecuencia, a la bulla se han agregado otras preocupaciones: los portalones y umbrales, algo escondidos, sirven de orinales y vomitaderos; el humo del cigarrillo y la cannabis entra por rendijas de puertas y ventanas buscándonos con su nebulosa hechicera. ¡AHORA SÍ QUE NO SABEMOS PARA DÓNDE COJER! 


EL CENTRO HISTÓRICO DE POPAYÁN, POR LA NOCHE, ES YA UN ANTRO. En estas circunstancias hemos llegado a creer que los bares traen algo de vida en la soledad fantasmal. Sin embargo, con ellos vienen otros males. 

Después del terremoto, las Administraciones Municipales jamás entendieron la importancia de preservar la habitabilidad para la conservación y vitalidad del Centro Histórico. Son ya pocos los habitantes que aún quedamos en esta zona, la que fue bella, apacible y se caminada con confianza en noches de luna. Ahora la soledad viene cargada de miedo, entre el deambular de mendigos, locos, atracadores y drogadictos.

NO HAY QUIEN PIENSE EL CENTRO HISTÓCO, TAMPOCO HAY PLANES DE GOBIERNO PARA SU RESCATE Y FORTALECIMIENTO. Quienes nos atrevemos a hacerlo figuramos como resentidos sociales o defensores de un estatuto social anacrónico. 

Siendo Popayán una ciudad histórica de la envergadura de Cartagena o Leyva, a más de 20 años de haberse expedido una ley de preservación y desarrollo del Patrimonio Histórico (PEM), al día de hoy no se ha hecho absolutamente nada. 

Vivimos tiempos de pobreza mental y de raquíticas políticas públicas, porque gran parte del presupuesto no llega a las comunidades o el botín se pierde entre clientelas las políticas, en proyectos de poca monta que sólo benefician a particulares.




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