martes, 5 de agosto de 2014


(Nota Editada)
(Presentación de sus nuevos libros en acto cultural de "Palabras y notas", Año ¿?
PRIMERA PARTE: Introducción.


El poema "Homenaje al Nadaismo" de Laureano Alba (1945) nos advierte: "Cuídate de invitar a los poetas a tu casa / porque en el más inesperado momento, / te habrán invadido completamente. / Comenzarás a ser su mejor aliado / Caminarás entonces por la ciudad como por la niebla.. / Sentirás todo el placer del ocio / caminando por tu cuerpo como una salamandra / de cristal .. / Y talvez jamás podrás ya, liberarte de ellos". Mi caso, es un testimonio de haber ignorado este consejo. Permití que los poetas me llevaran en su barca de Caronte a recorrer el Estigia y el enfurecido Esponto, donde las sirenas endulzaron mi oído . Comencé jugando y retorciendo algunas historias, luego puse atención al dolor que dormía represado bajo puertas y cerrojos. Una vez allí, en ese territorio donde abreva el misterio, pude intuir la siguiente poética: la escritura talla su obra en el dolor. /Héroe de este enemigo perpetuo / el poeta canta sus batallas. / Diamante es el verso / si ha obrado el tiempo y sus duelos. Confieso que sentí temor al intentar abrir esta caja de pandora. Es una ventaja --me dije— haber puesto gruesas lozas encima del mundo subjetivo para poder sobrevivir a las derrotas y carencias del destino.

Pocas veces acometí osadías en el campo literario: algunos cuentos, varios poemas, el esbozo de ciertas ideas sobre la Generación poética posterremoto en Popayán, y esta presentación de dos libros de mis amigos poetas Francisco Gómez Campillo y Felipe García Quintero, exponentes reconocidos de la generación poética actual de Popayán y Colombia, que ha entrado ya en su madurez; responsabilidad que me enaltece, poniéndome en vilo el querer merecerla en mi corta exposición.

Me he preguntado qué se pone en juego en la escritura de la buena poesía: para unos la vinculación con el misterio, para otros el ahondar en la condición humana, o expresar en el canto las aspiraciones y sentimientos comunes de hombres y mujeres de una época determinada, mediante el uso especial del lenguaje, materia prima de la poesía, como la arcilla para el ceramista o el color para el pintor, en función del ritmo musical y lo multívoco o etéreo del mensaje.

En su constante andar desde tiempos inmemoriales, bajo distintos cánones estéticos la poesía, finalmente, ha anclado en el nihilismo característico de la época contemporánea. Sin embargo, salvo la rigidez de la forma y el cambiante lenguaje poético, pervive lo esencial de la buena poesía (porque dicho sea de paso, con la aceleración de la historia, hasta las vanguardias pronto envejecieron). Al desgastarse el lenguaje, las imágenes, la retórica, los valores, la moda impone nuevos usos que escapan al canon, durando lo efímero de una generación. Sin embargo, aún se mantiene la intención de buscar una cierta manera original de enunciar la “verdad” poética, siguiendo el curso de los avatares de la libertad. Donde hubo poca o ninguna libertad imperaron las reglas de la preceptiva y la retórica. Por el contrario, en una época como la nuestra, de libertades desbordadas, las formas poéticas son tan variadas cuantos poetas talentosos existen. Lo cual nos lleva a concluir que la poesía es una búsqueda personal de temas y novedades expresivas.

Los poetas siempre están preocupados por alguna pérdida: el edén o los traumas de la infancia, el desarraigo, el amor, la soledad, la agresión de la ciudad, los temores, pequeñas muertes sucesivas que conducen a tomar conciencia del tema de la muerte en reiteradas evocaciones, no por el apego malsano a lo necrológico, sino, paradójicamente, por una preocupación vital de reclamo. El poeta cobra, en su poesía, de modo terco y dramático esta deuda.

La aguda sensibilidad del poeta capta la unidad del mundo o su fragmentación. Este hallazgo puede ser idílico o aterrador. En ambos casos debe pagar con la soledad el costo de sus visiones. Seducido por la escritura se convierte en su fiel servidor, aunque ésta lo destruya, llegando a ser tan posesiva, o quizá más que una mujer. Ella le sirve para atar y desatar, andar y desandar caminos, penetrando en regiones remotas de su experiencia o en lo más íntimo de su inconsciente; por medio de ella canta su tragedia o evoca dulces recuerdos, apoyado en recursos estéticos que le brinda el lenguaje literario, yendo de la elemental sencillez al recurso de lo paradójico, y a la búsqueda de la esquiva imagen que aguarda en regiones poco transitadas.

En otras épocas el poeta fue rey de la semejanza y de la unidad, hoy lo es de la diferencia y la fragmentación: el poeta choca con un mundo en que los dones le son escurridizos. Antes, las limitaciones que se oponían a su plenitud eran más de orden ontológico que de lo existencial; hoy sucede lo contrario, prevalece lo existencial sobre lo ontológico. En plena época posmoderna Haidegger planteó una pregunta fundamental: Por qué el Ser y en vez de él no la Nada? La cultura occidental y su filosofía hasta la época moderna gravitó en torno al hiper concepto SER, mediante el cual pretendía fundar un orden estable. En la posmodernidad, esa correlación se invirtió. La Nada, como permanente devenir, ha ido colonizando la región de lo humano y el sentido de la existencia. La categoría Ser, sinónimo de permanencia, estabilidad, sólidez, continuidad y orden cedió la primacía al devenir. Se impusieron, en cambio, conceptos volátiles, como el de lo indeterminado en física cuántica, la muerte del hombre,como portador de un ser trascendente, en filosofía , el fin de la historia, la descosificación religiosa, al suprimir las estaciones topológicas del más allá, y por último, la globalización ha desvaratado las condiciones de una patria segura. Acaso estemos asistiendo también a la muerte de la escritura, como portadora de sentido, y también a la muerte del hombre, ya no como ser trascendente, sino como ser sensible, ante la emergencia del hombre máquina. Por tanto, el lenguaje ya no es fuente de reconciliación sino, por el contrario, abre aún más los abismos que nos separan, como seres más bien en dispersión.

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