sábado, 23 de febrero de 2013

Popayán tiene la tarea fundamental, sociológica y cultural, de integrar las diversas comunidades étnicas y de procedencia geográfica distinta que hoy habitamos esta importante ciudad, desde antes del terremoto o como resultado de las nuevas circunstancias de desplazamiento y urbanización acelerada que se generaron posteriormente. De igual modo, urge un mayor acercamiento entre Popayán y las cabeceras municipales, deuda histórica aún pendiente de cumplir, obstaculizada por el centralismo histórico de sesgo discriminatorio.
Si las comunidades no se trazan objetivos comunes de convivencia armónica difícilmente podrán alcanzar el anhelado progreso en todos los campos. Es un aspecto básico, tratándose de la atmósfera social en la que los ciudadanos desenvuelven sus actividades. Se trata, quizás, del tópico vital y espiritual fundamental, que además produce enorme gratificación individual y colectiva. Al no ser un asunto eminentemente material no resulta demasiado costoso, porque lo que se comprometería en mayor medida es la voluntad y la imaginación. Dicho aspecto se relaciona con los valores generados a través de la cultura, la educación y la recreación. En este sentido vincula a las instituciones culturales, entidades educativas, fundaciones sociales y a los Concejos municipales, los cuales al ocuparse solamente de los asuntos políticos desatienden los temas de la educación ciudadana, tema clave, sin duda, de la gobernabilidad.

En este orden de ideas, para comenzar, proponemos al Concejo de Popayán que emita un Decreto Simbólico, según el cual, toda persona residente en Popayán, de más de diez años de antigüedad, sea acogido como ciudadano caucano y popayanés, nuevo gentilicio que evitaría incurrir en la conocida clasificación de la idiosincrasia de los habitantes raizales de Popayán: en Patojos, Popayanejos y Payaneses (Patojos: los de genio popular, Popayanejos: los comunes y corrientes, Payaneses: intelectuales eminentes o personajes ilustres).
 
De esa manera daríamos un primer paso en la creación de lazos de pertenencia con nuestra nueva ciudad, en el camino hacia la construcción colectiva. Para muchos, tal vez ésta sea una propuesta carente de sentido. Sin embargo, para quienes hemos vivido muchos años en Popayán con el sentimiento de extrañeza, por falta de arraigo, resultado de un cierto ambiente de rechazo, discriminación o menosprecio, explícito o tácito, sería de enorme valor. De similar talante hay muchas ideas de gran impacto simbólico que podrían contribuir eficazmente a la educación ciudadana. Antanas Mockus lo demostró en la capital bogotana.

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