Popayán tiene la tarea fundamental,
sociológica y cultural, de integrar las diversas comunidades étnicas y
de procedencia geográfica distinta que hoy habitamos esta importante
ciudad, desde antes del terremoto o como resultado de las nuevas
circunstancias de desplazamiento y urbanización acelerada
que se generaron posteriormente. De igual modo, urge un mayor
acercamiento entre Popayán y las cabeceras municipales, deuda histórica
aún pendiente de cumplir, obstaculizada por el centralismo histórico de
sesgo discriminatorio.
Si las comunidades no se trazan
objetivos comunes de convivencia armónica difícilmente podrán alcanzar el
anhelado progreso en todos los campos. Es un aspecto básico, tratándose de la
atmósfera social en la que los ciudadanos desenvuelven sus actividades. Se
trata, quizás, del tópico vital y espiritual fundamental, que además produce
enorme gratificación individual y colectiva. Al no ser un asunto eminentemente
material no resulta demasiado costoso, porque lo que se comprometería en mayor
medida es la voluntad y la imaginación. Dicho aspecto se relaciona con los valores
generados a través de la cultura, la educación y la recreación. En este sentido
vincula a las instituciones culturales, entidades educativas, fundaciones
sociales y a los Concejos municipales, los cuales al ocuparse solamente de los
asuntos políticos desatienden los temas de la educación ciudadana, tema clave,
sin duda, de la gobernabilidad.
En este orden de ideas, para
comenzar, proponemos al Concejo de Popayán que emita un Decreto Simbólico,
según el cual, toda persona residente en Popayán, de más de diez años de
antigüedad, sea acogido como ciudadano caucano y popayanés, nuevo gentilicio
que evitaría incurrir en la conocida clasificación de la idiosincrasia de los
habitantes raizales de Popayán: en Patojos, Popayanejos y Payaneses (Patojos:
los de genio popular, Popayanejos: los comunes y corrientes, Payaneses:
intelectuales eminentes o personajes ilustres).
De esa manera daríamos un primer paso en la
creación de lazos de pertenencia con nuestra nueva ciudad, en el camino hacia
la construcción colectiva. Para muchos, tal vez ésta sea una propuesta carente
de sentido. Sin embargo, para quienes hemos vivido muchos años en Popayán con
el sentimiento de extrañeza, por falta de arraigo, resultado de un cierto
ambiente de rechazo, discriminación o menosprecio, explícito o tácito, sería de
enorme valor. De similar talante hay muchas ideas de gran impacto simbólico
que podrían contribuir eficazmente a la educación ciudadana. Antanas Mockus lo
demostró en la capital bogotana.
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