jueves, 20 de febrero de 2014

Con Santos posiblemente se llegue al contrato formal de La Paz política, con nuevos reinsertados a la democracia (sin duda, algo deseable, como principio y aurora, ojalá, de un tiempo mejor, que haría a Santos merecedor del apoyo nacional a su reelección). Sin embargo, con ello ¿acaso desaparecerán el narcotráfico, las bacrims, el secuestro, las pandillas, las bandas menores, la corrupción, etc.? No lo creo. Aunque sí estoy seguro de que si el Estado colombiano “democrático-liberal” no corrige su modelo electoral de financiación privada (que convierte el fin público de la política en empresas políticas de beneficio particular, al servicio de políticos y clientelas negociantes), si no disminuye la pobreza, ni atiende las necesidades fundamentales de la población y si no mejora la justicia social y jurídica, ABRIRÁ LA PUERTA A LOS PROYECTOS POLÍTICOS DE IZQUIERDA, que a mi modo de ver, por lo sucedido en otros países, tanto en el pasado como en el presente, no son una opción válida, menos en la actualidad, de alta competencia en todos los campos, cuando urge el estímulo y la libre iniciativa personal. Del mismo modo que el Catolicismo enerva el espíritu emprendedor, por su prédica de la pobreza, también las doctrinas populistas y socialistas, desafortunadamente, en la práctica, hipotecan la libertad y la voluntad de los ciudadanos, convirtiéndolos en ejército fanático del Estado, a la manera latinoamericana, muy diferente de la Social Democracia europea. Es el regreso al Estado omnipotente que lo controla todo, al Leviatán de Hobbes. LO GRAVE ES QUE TAL SACRIFICIO DE LA LIBERTAD NO SIRVE, NI HA SERVIDO NUNCA, PARA RESOLVER EL PROBLEMA DE LA POBREZA Y EL SUBDESARROLLO; NO PROMUEVE EL PROGRESO MATERIAL Y CIENTÍFICO DE LA SOCIEDAD. Hay que reconocer que tenemos una buena Constitución, falta que se cumpla y se aujuste el modelo electoral, anulando la financiación privada (o INVERSIÓN, que transforma la Política Pública en empresas económicas de políticos y clientelas negociantes).

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