martes, 2 de diciembre de 2014

De regreso a la intimidad



De regreso a la intimidad, haciendo balance de lo que es posible hacer todavía. Estuve algunos días en el túnel filosófico. Pero la filosofía aísla, por lo que sigo sosteniendo que, en razón de su aridez, es una práctica institucional con la cual se devenga. En cambio la literatura nos vitaliza en su diversa proximidad y una más amplia comunión universal con los demás. Aunque la filosofía siempre será el gran telón de fondo desde donde se proyecta la lucidez. Por lo tanto, hay que lidiar con todo en esta época de deslumbramientos y rumbos inciertos. 

Aquí estoy en la comodidad del retiro, con mis artefactos tecnológicos y artesanales, intentando crearme un ambiente imaginario con la poesía, el ensayo y la narración, a la caza de otro lenguaje que nos permita tallar la experiencia en bruto que se ha acumulado desde la infancia. Importa todo: el tono, el punto de vista, la temporalidad, la universalidad, el lenguaje, los aprendizajes, la anécdota, el humor, la ironía, el desarraigo, el fracaso, la tragedia, la ficción, etc.

Analizando bien, el afuera es irrelevante. Recuerdo la dedicatoria que siempre ponía en una postal con un motivo de Aracataca, el poblado humilde de chozas cuna de García Márquez, para obsequiar a mis amigos turistas que visitaban la librería Macondo: " La pobreza de la realidad es la riqueza de la imaginación", agregando que aún en la ostentación hay pobreza, la del espíritu y el intelecto.

Posdata para enriquecer la nota compartida con varios contactos:

Paloma Muñoz Ñáñez, en página de Felipe García Quintero comentó: "Esa pose de intelectual para un balance filósofo literario sobre ese edredón da una sensación de pequebu jajajjaja? Un abracito".

R/pta.: Palomita. La cogí un poco tarde.... lo de pequeña burguesía (?), debió ser porque estoy lejos de ella. Se trata del exilio hogareño, de la mejor comodidad que ahí podemos proveernos. Afuera están las Instituciones (más allá de las cuales "nada existe"; pertenecer a ellas es "sentirse in"), el tumulto callejero y el caos ensordecedor del tráfico automotor, protagonista principal de la "nueva" vida urbana en Popayán; y más allá, en fronteras peligrosas, está el atraco, la extorsión, la muerte, el secuestro o la simple desaparición; cerca y lejos convivimos con el miedo. Ningún paisaje amable queda para disfrutar, ni lugares interesantes a donde ir. Todo se agota en el parque Caldas, Campanario y uno que otro Café, donde te recogen rápido para atender a otro cliente; toca frecuentarlos en "temporada baja". ¿Será que un día este pueblo va a reventar por falta de espacios, para el comercio, para la recreación, la cultura cotidiana y la buena bohemia? O seguiremos en las ventas ambulantes, la drogadicción y la violencia? Por eso he dicho que Popayán es hoy "nuestro aburridero más grande del mundo".

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