lunes, 22 de junio de 2015


Antes del sismo de 1983, el Centro de Popayán era una mezcla armoniosa de vida residencial, arquitectura, cultura, educación, arte, literatura y ambiente estudiantil, con su prestigiosa universidad del Cauca a la cabeza.

La formación personal, en el sentido de cultura general, privilegiaba la historia, sin prescindir de la genealogía, como parte  del legado familiar, en cuyas ramas las familias encontraban su lugar; eran referentes fundamentales del presente y el porvenir , como argamasa aglutinante de la ciudad que le daba un fuerte sentido de pertenencia.

Esa sociedad payanesa,  suigeneris en el contexto nacional, impregnada de tradición, espíritu español y abolengo, fue sacudida en 1983 por el sismo telúrico que destruyó  los cimientos físicos, económicos, sociales, espirituales y culturales.  A pesar de que para entonces, ya había perdido el poder económico y político, no dejaba de poner Presidentes. Las herencias fueron diezmando, poco a poco, los grandes patrimonios, en una ciudad refractaria a la industria, por voluntad social y política. El desastre telúrico, sin duda, obligó a vender casas semidestruidas y lotes con escombros,  a gente más pujante y adinerada de otros lugares. Porque el payanés tradicional estaba poco acostumbrado al sacrificio, a la producción moderna y a la industria; en general conocían de haciendas, arrendamientos, usura, cargos burocráticos y cultura letrada. El terremoto y los posteriores cambios de la economía y la política (globalización, Constitución de1991) transformaron a la clase hidalga en una "nobleza" venida a menos, cuyo símbolo sobresaliente  es el Conde, personaje caricaturesco y enciclopedia anecdótica, quien  arrastra su soledad y la vejez desastrosa por las calles de la Ciudad, pero sin doblegar el orgullo de alcurnia y sus tesoros de la memoria.

En aquellos tiempos alcanzamos a vivir su mejor ambiente, como estudiantes foráneos, desde finales de la década  de los setenta(s), pleno siglo XX. Recordamos el sabor de ambiente griego de la facultad de Humanidades, cerca al Banco de la República, entonces sucursal del Banco Central, y también un aire pre-revolucionario en la Plazoleta de Santo Domingo, con oradores barbudos y Natali(s), o en el teatro Anarkos mientras el Cine club Universitario   proyectaba el Acorazado Potemkin (en su programación vimos  muchos hitos del cine, desde Chaplin hasta los vanguardistas) , o durante alguna representación teatral contra las dictaduras. Se podía  ir  de  smokin a una comida con velada en el exquisito Aljibe, de ambiente parisino, degustar un café  con música clásica, al lado de la Cámara de Comercio, en el parque Caldas. Podíamos visitar la Audioteca del musicólogo Flores; y los viernes ir al Cine club francés de Erve Janine. En algún bar un  payanés castizo, cosmopolita y popular, podía hacer las delicias cantando o bailando flamenco, después de una corrida de toros. Canciones españolas, como Granada, Valencia ..., eran himnos en las noches de bohemia. El Festival de Música Religiosa (música clásica) tenía una presencia central y dominante en la Ciudad, como evento cultural y social. La picaresca ocupaba lugar de privilegio en la vida cotidiana, con personajes de ingenio,  apodos y el exquisito calambur, retruécano popular humorístico y de crítica social.

Esa atmósfera se perdió para siempre en Popayán, en tan solo dos décadas. Curiosamente, Popayán era entonces una ciudad cosmopolita de mucho turismo internacional, y los payaneses se enorgullecían de sus viajes y sus matrimonios o enredos  con extranjeros. Era  muy conocido el dicho "todo el mundo es Popayan", para denotar ese espíritu aventurero. Tal condición universal hacía que el "patojo" fuera más tolerante con los foráneos  que se instalaban en la ciudad; al poco tiempo formaban parte de su conglomerado diverso; muy distinto a lo que hoy ocurre, en medio de una sociedad conflictiva y decadente.  

El ambiente que respiramos actualmente es de calles copadas de busetas, taxis, carros particulares, motos y cientos de "motoratones", un comercio popular intenso, dueño de calles y andenes, negocios de todo a mil, dos mil, tres mil, etc., una zona comercial que transgrede  la normatividad sobre fachadas y monumentos. El gigantesco y desordenado tráfico automotor nos obligará muy pronto a usar tapa bocas para proteger los pulmones. 

El parque Caldas, una de las joyas de la Ciudad, su pulmón vegetal  se transformó en plaza de mercado, lugar de feria, espectáculos, bebetas, consumo de marihuana, dormidero de indigentes y también sitio  de hacer las necesidades. Como  aspecto positivo, ahora convoca, en horas nocturnas, a las nuevas tendencias de la "alternatividad" social: practicantes de skateboarding, artistas de "gorra", ventas de mochileros, etc. Las noches hierven con todas estas manifestaciones culturales. Se ha constituído en polo opuesto al Norte de Campanario, hipermercado donde abunda  el lujo, la buena comida y bebidas costosas.

Muchos dirán que es preferible este ambiente popular, de intenso comercio, en todos los niveles, al arribista de ayer. Sin duda hay  justificaciones políticas en ello, además de explicaciones sociológicas. Visto desde otra perspectiva, consideramos como una catástrofe lo que ocurrió y sigue ocurriendo en Popayán, ciudad de características especiales, propicias al estudio, al turismo y al descanso.

Ahora estamos en un nuevo comienzo, algo abrupto,  como si toda la ciudad de pronto hubiera sido evacuada para ser poblada de nuevo por otras gentes  que desconocen  la tradición y el significado del entorno arquitectónico, a merced de instintos primarios y  necesidades básicas, donde los temas recurrentes son el clima, el trabajo, la política, la congestión, el stress, el desplazsmiento, etc. 

Una  consecuencia de todo ello es el desconocimiento generalizado de la ciudad como patrimonio cultural y económico (principal riqueza, de acuerdo con la Industria Cultural).

No sabemos cuánto tiempo será necesario  para el correcto enrrumbamiento. El finado Diego Castrillón, su último gran historiador, tenía fe, cuando nos dijo: "Popayán no morirá porque es la Ciudad eterna". Esto parecía  posible finalizando el siglo; fueron dos décadas de reconstrucción y optimismo. Luego se acentuaron el desplazamiento, la globalización (con la invasión china de los mercados, que dio trabajo en ventas a los desplazados, permitiendo lavar, también, capitales dudosos en las cadenas de comercios baratos). Finalmente, los hipermercados y, sobre todo la Internet, con las redes sociales, han constituído un quiebre del tiempo histórico, con la consiguiente desvalorización de los hábitos tradicionales, de la historia como paradigma, y su transformación en Industria cultural, asunto que todavía no hemos asimilado en el terruño payanés, porque para ello también se requiere tener una CULTURA.



Tráfico automotor a una cuadra del parque Caldas




Tráfico automotor a una cuadra del parque Caldas 2




 Obra de rectficación retrasada en un cruce de carrera y calle. Lleva más de un mes.




Parte arruinda del parque Caldas




Parte arruinda del parque Caldas 2



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