lunes, 8 de junio de 2015

Mar en Popayán. Buena anécdota para contar

                             Mar en Popayán

Presentamos este colorido oleo de nuestra autoría, que nació de una experiencia una experiencia bastate singular.

Las polillas estaban devorando el valioso óleo de Gustavo Hernández (Mujer Guitarra). Al desmontarlo  descubrimos que habían consumido más del 60% de la capa intermedia del tríplex, debilitando la superficie del óleo, que pudo haberse quebrado mediante una leve presión. Con paciencia y  cuidado de relojero, y tomando todas las precauciones, desmantelamos las camadas de polillas, levantando íntegramente la capa exterior del tríplex, bajo  la cual hacían minga. Luego resanamos, curamos, aplicamos sellador y fortalecimos la base aplicando capas de colbón anti humedad.

Al contemplar la superficie resultante nos dimos cuenta que las polillas habían hecho un trabajo magnífico en forma de laberinto, puzle o mapa cartográfico. A partir de ahí era fácil imaginar una composición, en la que sólo había que poner color.

Entonces, compramos pinceles, óleos, trementina, aceite de linaza y aguarrás. Durante una semana, tras arduos ejercicios de ensayo-error, aprendimos a domeñar la mezcla de colores y  la técnica del óleo, una de cuyas virtudes es la comodidad que brinda para hacer correcciones. Así nació nuestra modesta obra Mar  en Popayán.

Como resultado nos quedó una pintura de dos caras (posiblemente única en su género), por un lado Mujer guitarra, de Gustavo Hernández, y por el reverso Mar en Popayán, de Omar Lasso E. y las Polillas.

Desde hace más de quince años atesoramos ese precioso óleo de Gustavo Hernández, reconocido pintor payanés, correspondiente a su primera tendencia erótico-musical, óleo sobre tríplex, combinación que no caza con el gusto de los cultores del arte que prefieren el uso del lienzo, por elegancia, durabilidad y portabilidad. 

No sabemos si esta alternatividad de Hernández en el uso de materiales, entre los cuales emplea, además, diversos tipos de papel y cartón, obedece a una filosofía estética de arte efímero, o es, simplemente, una elección económica. Tal ligereza en la escogencia del soporte de sus pinturas favoreció la proliferación cuantitativa de su obra, con frecuentes exposiciones que superan con creces a las de otros exponentes de la plástica local. Sin embargo, esa sobre-abundancia produjo efectos ambiguos; en primer lugar le  permitió  reafirmar un estilo, al que ha sido fiel, determinando su sello personal inconfundible; en segundo lugar, favoreció la difusión, con ventas a precios bajos, además de abaratar sus regalos prodigados por la cálida amistad, con buenos dividendos en las relaciones sociales; en tercer lugar, como aspecto negativo, afectó la calidad artística, por algunos descuidos en la forma, cierta  improvisación,  repetición o automatismo (también válidos en el arte contemporáneo, como abandono del conceptp tradicional de belleza). 

Sin embargo,  Gustavo Hernández pasará a la historia del arte en Popayán como uno de  los pintores con mayor identidad de estilo.

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