lunes, 10 de noviembre de 2014

Los que ha quedado de la cultura del libro impreso



Apenas un reducto comercial y académico y la costumbre  de  la publicación y presentación, en acto cultural, de libros personales, cada vez con menor respuesta social, con el perdón de los amigos autores que aún  mantienen  la fe intelectual y el optimismo del resarcimiento económico.

El libro impreso fue el vehículo principal de producción y reproducción de la cultura a partir de la invención de Gutenberg; era el lugar simbólico y universal del encuentro de la humanidad ilustrada de tradición occidental.

Tanto el libro como los conciertos de música clásica, el teatro y la homilía religiosa fueron espacios privilegiados de la cita social que cohesionaba la sociedad, además de la escuela, el colegio y la universidad, encargados de direccionar la sociedad. 

En este contexto se constituyó la denominada "ciudad letrada" que prevaleció hasta bien entrado el s. XX, bajo un cierto unanimismo cultural, el cual se fue fracturando poco a poco durante el transcurso de la modernidad, y prácticamente desapareció en la era posmoderna, marcada por el cambio de lo analógico a lo digital, como decir de la máquina de escribir al computador, de la cámara fotográfica de rollo a la digital o del libro impreso al libro electrónico (Ebook).

Durante esta novísima travesía la sociedad ha sobrellevado transformaciones radicales, con la dependencia individual del Computador, la Internet,  la Tablet, el Smartphone y las Redes Sociales. La sociedad no solo se masificó, sino que cada día se virtualiza más. Aunque los vínculos sociales se hayan ampliado en extensión son menos vinculantes; se podría decir que ha surgido una personalidad virtual no siempre congruente con el mundo real, pero poderosa y veloz en marcar tendencias sociales de masas. En otras palabras, la masificación virtual con el agregado del consumo es el envés de una sociedad fragmentada en sus vínculos colectivos, ya que los sujetos de esta sociedad son anónimos,  hasta cuando el suceso "extraordinario" los pone en el ojo del huracán publicitario.

La industria cultural del libro impreso fue una de las más poderosas empresas económicas, con engranajes laborales que multiplicaban la riqueza social; ella constituía una enorme cadena desde el autor, pasando por el editor y su séquito de colaboradores (lectores de oficio, correctores de pruebas, diagramadores e impresores) y los distribuidores, toda una organización de gerentes, subgerentes, secretarios y vendedores, encargados de poner el producto en las librerías y promoverlos a través ferias periódicas, donde además de los compradores se encontraban autores, editores y distribuidores, para negociar la exclusividad de la distribución. La era digital redujo esta poderosa máquina económica y cultural a una estructura minimalista o a empresas híbridas en servicios y componentes económicos.

Gracias a la reproducción digital se han reducido los inventarios a lo estrictamente necesario. Las librerías clásicas, con su librero tradicional,  también han llegado a su fin,  salvo raras excepciones. Ahora, la piratería se trasladó a internet, escaneando y subiendo afamadas obras a páginas web de descarga gratuita,  de donde se pueden bajar obras completas. Los autores de best seller,  al lado de editores y grandes distribuidores, han dejado de ser los reyes Midas de la cultura.

En la actualidad, si bien la producción de libros orientados a un mercado es tarea cada vez más exclusiva, de acuerdo con específicos intereses, de orden comercial y académico. Este esfuerzo tiene una retribución de cortísima duración. De tal modo que en el futuro las publicaciones de algún interés tendrían que correr por cuenta de instituciones o fundaciones  encargadas de subvencionar a los autores.

Sin embargo, para  un escritor recursivo queda la opción de la autoedición electrónica, mucho más asequible  que la autoedición impresa, en la cual debe pagar por la diagramación e impresión. En cambio en la edición digital basta tener el documento escrito en Word o Pdf  para convertirlo luego, a través de algún programa, de pago o gratuito, en Ebook (libro electrónico). Una vez hecho esto puede entregarlo a una distribuidora de red como Amazon.com. Así se vería cumplido el sueño de Autor, aunque los resultados económicos sean inciertos. 

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