lunes, 3 de noviembre de 2014

Reconocimiento, anonimato y horizonte de expectativas


Gracias por las congratulaciones recibidas en el grado de Daniel Lasso Casas-Ilustrador. Estas ocasiones nos permiten medir la calidad de los afectos. Todavía somos sensibles al devenir individual y social, con todos los vaivenes de las acciones humanas, la vida, la enfermedad y la muerte. Cada obra social o conquista personal, pequeña o grande, son importantes. Al final, la suma es lo que cuenta.

Somos parte del 95% de los seres humanos que conforman el anonimato contemporáneo, signado por la amorfa masa y los ídolos publicitarios. Pocos pueden escapar a esta suerte. Aún en las pequeñas capitales experimentamos este estado de indiferenciación, porque la gente, acá también, se guía por referentes nacionales y globales construidos por los medios de comunicación. 

Ha desaparecido, casi en su totalidad, una de las características fundamentales de la cohesión social: el RECONOCIMIENTO (concepto filosófico y sociológico que todavía da vigencia al filósofo Hegel). El Reconocimiento constituía la forma de expresión normal y legítima en la construcción simbólica del tejido social. Esa necesidad, hoy día, se encamina por otras vías peligrosas como el escándalo y la violencia, que conducen a LA MUERTE COLECTIVA y al predominio de la SOCIEDAD DEL ESPECTÁCULO CON AUDIENCIAS ANÓNIMAS.

SEBASTIÁN AUGUSTO, nuestro tercer hijo, hace un año, nos dio una lección práctica de posmodernidad. Había quedado campeón en un torneo de tenis, y en otro, subcampeón. Como padre orgulloso le pregunté, si lo habían felicitado en el Colegio Guillermo Valencia. La respuesta fue categórica: “Papá. Eso a nadie le importa. Sólo a Ud., y a mí, por el premio”. Observamos aquí, de una parte, la desaparición de los referentes sociales como constructores de pertenencia social y, de otra, la reducción de los esfuerzos personales a la propia esfera individual. Clara lección para un cambio en el horizonte de expectativas.

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