martes, 26 de noviembre de 2013

Popayán hoy. GIOVANNI QUESSEP. POETA DE LO UNIVERSAL E INTEMPORAL

Gracias Germán Pabón, por traernos esta hermosa arte poética de Givoanni; absolutamente válida, sobre todo para un poeta. Quessep poeta perenne. Voz durable por el Tiempo indefinido que exista el Hombre amante de la Belleza, la Palabra y el Misterio Encantador. En Macondo Libros y Tertulia yo promovía su poesía. Recuerdo varios poemas, en especial: La Alondra y los alacranes, en el que contrapone el Trópico al Viejo Mundo. Es un poema de amor, lapidario al final. Dice:" Acuérdate muchacha // Que estás en un lugar de Suramérica // No estamos en Verona // No sentirás el canto de la alondra // Los inventos de Shakespeare // No son para Mauricio Babilonia // Cumple tu historia suramericana // Espérame desnuna entre los alacranes // Y olvídate y no te olvides // Que el tiempo colecciona mariposas". Otro muy especial para mí titula Un verso griego para Ophelia. Podría figurar entre los poemas más hermosos escritos sobre el tema de la muerte, al lado de Coplas a la muerte de su padre (Manrique). Lo leí en el velorio de mi madre, fallecida en violento accidente de tránsito, en la travesía de Mojarras, lugar bello y misterioso para mí; ahí hay una luz y ambiente extraños. Transcribo algunos fragmentos: " La tarde en que yo supe de tu muerte // fue la más pura del verano // estaban los almendros crecidos hasta el cielo // y el telar se detuvo en el noveno color del arco iris... // ... Luego te fuiste por mi alma // reina de fábulas antiguas y de polvo // semejante a las naves que sembraron // de sándalo y de cedro el mar de vino. ... // El cielo quebró el espejo de mi casa // Y honda sonó la muerte en el aljibe // Estuve asi, perdido en esa zarza ardiente // que en la memoria oculta a los que amamos. // Vestí de luto azul y quedé solo // En visperas del día más extenso." Otro poema de mi preferencia es Umbral de la muerte, cuyo título se lo sugerí porque el poema lo llamaba a gritos.
 
EL TEXTO DE GIOVANNI CITADO EN FACEBOOK POR GERMÁN PABÓN
"Mito y poesía por Giovanni Quessep:
El poeta no teme a la nada. Sabe la lengua del coloquio de los pájaros que aprendió Adán en el Paraíso terrenal. Y sabe, también que la poesía es una danza, y que hay un arte de pájaros en su asombro y en su vuelo. Los ojos del poeta están tejidos de un cristal mágico, en su pasión tienen la esfericidad de los cielos y de su música extremada. A medida que se distancias de lo real, hallan la verdad de la poesía o duración de las fábulas, que es el alma. El poeta, que no lo ignora, pone en juego su ser; pero, si quiere perseverar en éste, debe entregarse a la única ley que rige la creación poética: la palpitación del abismo. Y el abismo es el centro del universo: están en él las constelaciones, pero también la rosa, espejo del tiempo, semejante a la luna en la metáfora del místico persa. Belleza o abismo, palabra y música: encantamiento total, orden del espíritu que descubre la ciencia del amor y abre las puertas de lo desconocido.

El poeta va por su castillo interior, donde se unen los cuatro puntos cardinales de lo ilusorio y lo real. A ellos corresponden, en la escala de la imaginación, el aire y la luna, la llama y los espejos; y en la del sentimiento el dolor, el vacío, la soledad y la melancolía. Con ellos hace el poeta su mítico tapiz, en el que puede ver todo lo que no puede verse, y oye el cántico de lo que únicamente puede oírse en el rumor del hilo sagrado: las voces de lo invisible, que convirtieron a Sherezada en un libro de hojas de color de vino, el palacio de cristal donde Merlin encantó a Dulcinea, y el huerto donde Eva inventó una manzana para curar ansias del amor y nostalgia de enamorado, como en Las mil y una noches; el escudo de plata que dejó ciego a Homero; el árbol del fin del mundo que le dijo a Alejandro que no volvería a ver las calles ni las muchachas de Grecia; la ciudad celeste de torres de lapislázuli que prefiguran el cielo estrellado en la mitología de los babilonios; la desgarrada túnica de jeroglíficos y pájaros del adolescente adorador de la luda; cosas que en feliz expresión de Salustio, no ocurrieron jamás, pero son siempre.

El poeta no teme a la nada, sabe de la existencia de lo que nunca se ha dicho, de lo que aún no tiene nombre en los ideogramas de la escritura divina: cree en la palabra, pero también en el silencio, en lo callado, en lo oculto, en lo que podría hacerse fantasma a la luz de la vigilia o abrasadora presencia en la penumbra del sueño, bajo la luna, reloj de pitagórica cadencia. El poeta nada tiene, y entre asombros y vuelos y peligros interiores escribe su carta imaginaria y halla lo diverso y lo único, y se halla a sí mismo en la brasa que ilumina la noche oscura de la poesía."

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