martes, 16 de abril de 2013

EL ÉXITO NO ES LA FELICIDAD, NI ÉSTA SÓLO MERMELADA


A mi amigo Fabio Arévalo.
Ahora que, consecuente con mi nota Muerte y Resurrección, soy amigo de todos, no su cómplice: del Alcalde Francisco Fuentes y los Secretarios de su Despacho (que no atienden mis reclamos), de Guillermo Céspedes y Guillermo Alberto (siempre fueron amigos), del dueño del Karaoque (que me tiene al borde de la locura), de los vendedores ambulantes (que por poco se entran a mi casa), de los raponeros (que me podrían robar), de los aventureros que arriesgan su vida por dinero o resentimiento...etc.

Hemos descorrido la última sombra. El éxito no es más que nuestra transacción con la sociedad, por medio de efectivas estrategias para obtener alguna ventaja. Se precisa del traje, de la buena imagen, bien lustrada, de los modales, la salud, el optimismo, según el canon de la superación personal. Pertenece a la apariencia, a la epidermis, al bienestar personal y social.

Su contrario, quizá sea la felicidad, que suele ser, en sentido fundamental,  contradictoria; se mueve en el terreno inestable de la paradoja, de cara, casi siempre, a lo trágico; parpadea en medio de nuestra propia guerra. De vez en cuando se asoma al éxito como a través de una ventana.

El éxito es democrático; recurre a la astucia, a la frialdad, al cálculo. Suerte distinta corre la felicidad:  se aproxima a lo trágico por su contenido "fundamentalista"; recava en el sentido de la vida. Es propia de Reformadores, Artistas y Amantes.

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