Apenas un reducto comercial
y académico y la costumbre de la publicación y presentación, en acto
cultural, de libros personales, cada vez con menor respuesta social, con el perdón
de los amigos autores que aún mantienen la fe intelectual y el optimismo del resarcimiento
económico.
El libro impreso fue el vehículo
principal de producción y reproducción de la cultura a partir de la invención
de Gutenberg; era el lugar simbólico y universal del encuentro de la humanidad
ilustrada de tradición occidental.
Tanto el libro como los
conciertos de música clásica, el teatro y la homilía religiosa fueron espacios
privilegiados de la cita social que cohesionaba la sociedad, además de la
escuela, el colegio y la universidad, encargados de direccionar la sociedad.
En este contexto se constituyó
la denominada "ciudad letrada" que prevaleció hasta bien entrado el
s. XX, bajo un cierto unanimismo cultural, el cual se fue fracturando poco a poco
durante el transcurso de la modernidad, y prácticamente desapareció en la era
posmoderna, marcada por el cambio de lo analógico a lo digital, como decir de
la máquina de escribir al computador, de la cámara fotográfica de rollo a la
digital o del libro impreso al libro electrónico (Ebook).
Durante esta novísima travesía
la sociedad ha sobrellevado transformaciones radicales, con la dependencia
individual del Computador, la Internet, la Tablet, el Smartphone y las Redes Sociales.
La sociedad no solo se masificó, sino que cada día se virtualiza más. Aunque los
vínculos sociales se hayan ampliado en extensión son menos vinculantes; se podría
decir que ha surgido una personalidad virtual no siempre congruente con el
mundo real, pero poderosa y veloz en marcar tendencias sociales de masas. En
otras palabras, la masificación virtual con el agregado del consumo es el envés
de una sociedad fragmentada en sus vínculos colectivos, ya que los sujetos de esta
sociedad son anónimos, hasta cuando el
suceso "extraordinario" los pone en el ojo del huracán publicitario.
La industria cultural del libro impreso fue una de las más poderosas
empresas económicas, con engranajes laborales que multiplicaban la riqueza
social; ella constituía una enorme cadena desde el autor, pasando por el editor
y su séquito de colaboradores (lectores de oficio, correctores de pruebas,
diagramadores e impresores) y los distribuidores, toda una organización de
gerentes, subgerentes, secretarios y vendedores, encargados de poner el
producto en las librerías y promoverlos a través ferias periódicas, donde además
de los compradores se encontraban autores, editores y distribuidores, para
negociar la exclusividad de la distribución. La era digital redujo esta
poderosa máquina económica y cultural a una estructura minimalista o a empresas
híbridas en servicios y componentes económicos.
Gracias a la reproducción digital se han reducido los inventarios a lo estrictamente
necesario. Las librerías clásicas, con su librero tradicional, también han llegado a su fin, salvo raras excepciones. Ahora, la piratería
se trasladó a internet, escaneando y subiendo afamadas obras a páginas web de
descarga gratuita, de donde se pueden bajar
obras completas. Los autores de best seller, al lado de editores y grandes distribuidores, han
dejado de ser los reyes Midas de la cultura.
En la actualidad, si bien la producción de libros orientados a un
mercado es tarea cada vez más exclusiva, de acuerdo con específicos intereses, de
orden comercial y académico. Este esfuerzo tiene una retribución de cortísima duración.
De tal modo que en el futuro las publicaciones de algún interés tendrían que
correr por cuenta de instituciones o fundaciones encargadas de subvencionar a los autores.
Sin embargo, para un escritor
recursivo queda la opción de la autoedición electrónica, mucho más asequible que la autoedición impresa, en la cual debe
pagar por la diagramación e impresión. En cambio en la edición digital basta
tener el documento escrito en Word o Pdf para convertirlo luego, a través de algún
programa, de pago o gratuito, en Ebook (libro electrónico). Una vez hecho esto
puede entregarlo a una distribuidora de red como Amazon.com. Así se vería cumplido
el sueño de Autor, aunque los resultados económicos sean inciertos.
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